El 3 de noviembre de 2016, el Pleno del Ayuntamiento de Pamplona aprobó, sin votos en contra, una modificación del Plan de Reforma Interior del Casco Viejo (PEPRI) en la que se estableció la obligación de instalar un compartimento estanco en bares y cafeterías. La norma concedió una moratoria de ocho años -hasta el 31 de diciembre de 2024- para cumplir esta obligación. La norma no contemplaba excepciones, salvo para los casos en que la instalación fuese incompatible con el grado de protección del edificio o, excepcionalmente, implicase una especial dificultad, se entiende que acreditada por técnico competente.
Por lo que hemos conocido, la mitad de los locales afectados ya disponían de ese elemento cuando se aprobó la modificación del PEPRI, la otra mitad (unos 120) llegó a la fecha límite del 31 de diciembre de 2024, sin hacer nada para su instalación.
Según la página municipal del Ayuntamiento de Pamplona, a finales de 2024, el Ayuntamiento inició una campaña informativa dirigida a todos los bares y cafeterías del Casco Viejo advirtiéndoles de que, finalizada la moratoria, a partir del 15 de junio de 2025, comenzaría a imponer sanciones a quienes incumplieran la previsión municipal.
El 7 de abril de 2025 la página municipal informa de que el ayuntamiento ha mantenido una reunión con asociaciones de hostelería y que aquellos establecimientos que no emitan música a partir de las 23 horas no tendrán la obligación de colocar doble puerta en sus locales.
En estos cuatro meses hemos podido conocer, por la prensa, el grandísimo inconveniente que para los locales concernidos supone la instalación del susodicho compartimento estanco utilizando para ello todo tipo de argumentos: no sirve para nada, es muy costoso, en muchos locales no se puede instalar, genera problemas de accesibilidad para personas mayores o con movilidad reducida, problemas de evacuación, no se va a poder ver lo que ocurre dentro,…
A nuestro entender, todo lo argumentado a este respecto no ha sido más que una escenificación dirigida a incumplir una previsión legal.
Al final nos dicen que se ha llegado a ese acuerdo del 7 de abril entre la hostelería y el ayuntamiento, sin los vecinos, como si no existiéramos.
No hay más que darse una vuelta por el barrio para comprobar que muchos locales, grandes y pequeños, disponen de ese compartimento, aunque otra cosa es que se utilice debidamente, manteniendo las puertas cerradas. Algunos hosteleros incluso se han atrevido a reconocer públicamente que su instalación no supone inconveniente alguno y mejora el control del ruido de los locales. Nosotros pensamos además que la imposibilidad técnica de su instalación es una excusa y recordamos que los gastos que se puedan derivar de su instalación son compensables tributariamente.
De todo lo argumentado tenemos que reconocer que nos ha gustado que, desde las asociaciones de hostelería, se reconozca que existe una problema de ruido directamente en la calle derivado, entre otros, de las terrazas y del botellón (consumo en la calle de productos no suministrados por los establecimientos de hostelería), al que nosotros añadimos el botellín (consumo en lugares no autorizados de productos suministrados por los establecimientos de hostelería). Este problema también hay que abordarlo, replanteándose la existencia de las terrazas de mesas altas en las estrechas calles del barrio y su crecimiento desaforado e irregular que lo han convertido en un gran bar al aire libre.
Sin embargo no compartimos la idea de que la finalidad del compartimento estanco solo sea evitar el ruido nocturno, como mantiene la hostelería, y por eso no comprendemos que el ayuntamiento acepte la no instalación de compartimento estanco en los locales cuyos responsables se comprometan a no emitir música a partir de las 11 de la noche. El ruido nocturno es insufrible verdaderamente, pero el diurno también lo es. No se olviden de que en el Casco Viejo vivimos personas que tenemos derechos que deben ser protegidos por las instituciones durante todo el día.
Es hora de que los hosteleros, los consumidores y los propios concejales se planteen si ellos aceptarían vivir en un lugar en el que se permitiese lo que se permite en el Casco Viejo de Pamplona a la vista de todos. Conocemos hosteleros que reconocen que ellos para el negocio sí, pero que no vivirían en el barrio ni “locos”.
Lo dicho, una rendición en toda regla en un tema que, aunque evidentemente no podía solucionar por sí solo los problemas derivados de la ocupación por la hostelería del Casco Viejo de Pamplona, iba en la dirección de reducir sus efectos perniciosos en el vecindario.
Los hosteleros incumplidores podrán felicitar a las asociaciones de hostelería por condicionar la política municipal, una vez más, y nosotros, desde la Asociación Convivir en lo Viejo/ Alde Zaharrean Bizi, lamentamos, también una vez más, que el Ayuntamiento de Pamplona se pliegue a intereses empresariales en detrimento de los derechos ciudadanos.
Firmado por Mª Amparo Antoñana Abalos, Pilar Azparren Jimeno, Sandra Orietta Beltrán Baeza, Alberto de Ema López, Jesús Etxaniz Eslava, Mª Itziar Gradín San Martín, Nekane Iriarte Amigot, Josefina Lanciego Palacios, Roberto Pérez Olave, Carmen Pino Villalba, Paco Roda Hernández, Julio Pérez García,e Iñigo Virto Quecedo.