La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, alcanzó un acuerdo arancelario con el presidente estadounidense Donald Trump el pasado domingo en un club de golf en Escocia. Sin embargo, el pacto, que mantiene aranceles del 15% sobre las importaciones europeas a Estados Unidos, ha sido calificado como una "victoria pírrica" para la UE, según analistas.
El acuerdo, firmado simbólicamente en el Reino Unido, país que abandonó la UE hace cinco años y aún enfrenta consecuencias comerciales negativas, evita la imposición de aranceles del 30% anunciados por Trump para el 1 de agosto. A cambio, Europa renuncia a aplicar represalias y acepta un arancel del 50% sobre sus exportaciones de acero y aluminio, lo que compromete su capacidad negociadora futura y debilita su defensa del libre comercio. Desde el punto de vista económico, el impacto de los aranceles estadounidenses es limitado, con una pérdida estimada de dos o tres décimas del PIB europeo, según estudios.
Este impacto podría compensarse con nuevos acuerdos comerciales con Australia, India o Mercosur. Sin embargo, el coste estratégico es mayor: la UE cede ante la narrativa confrontacional de Trump, validando su política de fragmentación comercial global y mostrando debilidad ante futuras negociaciones.
El pacto no pone fin a las tensiones comerciales entre ambas potencias. Sectores como el aeronáutico, farmacéutico, semiconductores, defensa y energía enfrentarán nuevas presiones.
La UE debe prepararse rápidamente para una nueva etapa de confrontación, en la que el multilateralismo y el libre comercio, históricamente impulsados por EE.UU., parecen quedar atrás.