La decisión del gobierno israelí, encabezado por el primer ministro Benjamin Netanyahu, de ocupar toda la Franja de Gaza marca un punto de inflexión en el prolongado conflicto desde el pasado 7 de octubre de 2023. Tras una maratónica reunión de la cúpula de seguridad, Netanyahu confirmó en entrevistas y comunicados que la intención de Israel es tomar control militar de toda la Franja de Gaza, incluida la ciudad de Gaza, con el objetivo declarado de “erradicar a Hamas” y liberar a los rehenes israelíes que la organización aún mantiene en su poder.
En palabras recogidas por medios israelíes como el Times of Israel y The Jerusalem Post, Netanyahu matizó que la propuesta no implica una ocupación civil ni la anexión del territorio: “No queremos quedarnos en Gaza ni gobernarla. Queremos establecer un perímetro de seguridad y entregar la administración a fuerzas árabes que puedan gobernarla adecuadamente, sin amenaza para Israel y ofreciendo una vida mejor para los gazatíes”. De acuerdo a fuentes gubernamentales citadas por la prensa local, el plan prevé que, tras eliminar el poder de Hamas, Israel transferirá la gobernanza a una autoridad árabe no vinculada ni al grupo islamista ni a la Autoridad Palestina. Sin embargo, no se han dado precisiones sobre quién asumiría efectivamente ese control.
Esta decisión se tomó en medio de una profunda controversia interna. Altos mandos militares israelíes, incluido el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa, Eyal Zamir, han objetado el plan argumentando que “camina hacia una trampa” y que podría poner en riesgo a los rehenes y obligar a Israel a asumir la responsabilidad de la población civil palestina, de más de 2 millones de personas, según revelan filtraciones a medios como Channel 12 y el Times of Israel. Asimismo, algunos ministros y exjefes de inteligencia han hecho público su disenso, advirtiendo sobre las implicaciones humanitarias y políticas de la ofensiva.
Desde la perspectiva internacional, la propuesta genera una gran alarma. Naciones Unidas y aliados estratégicos de Israel han advertido que la ocupación total socavaría la legalidad internacional y podría agravar la ya dramática crisis humanitaria en Gaza, donde la gran mayoría de sus habitantes ha sido desplazada y los daños materiales alcanzan cerca del 70% de las infraestructuras, de acuerdo con datos de entidades académicas israelíes y reportados por Haaretz. Mientras tanto, la población gazatí permanece atrapada entre bombardeos, desalojos masivos y el temor de una invasión terrestre total.
En resumen, la ofensiva definitiva para ocupar la Franja de Gaza representa la consolidación de la apuesta de Netanyahu por una “solución de fuerza”, a pesar de fuertes divisiones internas y presiones internacionales. El futuro del territorio, y de sus dos millones de habitantes, permanece en absoluta incertidumbre, mientras la guerra continúa sin una salida política a la vista.