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El viaje más difícil por carretera como mover una pala eólica de 60 metros

Las palas de los aerogeneradores son hoy una de las piezas más representativas de la transición energética y, al mismo tiempo, uno de los mayores retos...

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Las palas de los aerogeneradores son hoy una de las piezas más representativas de la transición energética y, al mismo tiempo, uno de los mayores retos logísticos de nuestro tiempo. Estas estructuras, que en los modelos actuales superan con frecuencia los sesenta metros de longitud, deben recorrer cientos de kilómetros en operaciones de transporte de mercancías por carretera que están muy lejos de lo convencional. El viaje desde la fábrica hasta el parque eólico en el que se levantarán no es sencillo: atraviesa carreteras nacionales, cruza pueblos, supera pendientes y sortea curvas imposibles que nunca fueron diseñadas para vehículos de semejante tamaño.

Lo que para un ciudadano puede ser la visión anecdótica de un convoy pasando lentamente de madrugada frente a su casa, para las empresas de transporte se convierten en una operación de precisión que comienza mucho antes de poner el motor en marcha. Planificar cada tramo, solicitar permisos a distintas administraciones, estudiar con detalle los puntos más críticos del recorrido y disponer de vehículos adaptados son solo algunos de los pasos que garantizan que la pala llegue intacta a su destino.

En España, empresas como Jicartrans participan en estos traslados, aportando la experiencia de conductores especializados que saben que cada maniobra exige calma y previsión. Como explica Carlos, uno de sus profesionales, “yo siempre digo que el viaje empieza antes de arrancar. Si no revisas bien la pala y no tienes la ruta clara, luego vienen los problemas”

La planificación previa, el verdadero núcleo del transporte

La fase de planificación es, con diferencia, la más larga y determinante del transporte de una pala de aerogenerador. Antes de que un camión se ponga en marcha, se dedican semanas a preparar el recorrido. La razón es evidente: una pieza de más de sesenta metros no admite improvisaciones. Un cálculo erróneo puede obligar a detener el convoy entero y retrasar durante días la instalación de un parque eólico.

El trabajo comienza con la revisión de la ruta. Se estudian radios de giro, pendientes, accesos a rotondas y altura de puentes. No basta con consultar un plano: en muchos casos es necesario recorrer sobre el terreno los tramos más complicados para comprobar que hay espacio suficiente. Carlos, conductor en Jicartrans, explica con sencillez: “En los planos todo parece más fácil, pero cuando llegas al sitio ves que el margen es mucho menor. Si no lo compruebas antes, en carretera no tienes solución”.

A la preparación técnica se suma la parte administrativa. Estos convoyes necesitan permisos especiales que establecen las condiciones de circulación y los horarios autorizados, ya que se consideran un transporte especial por carretera sujeto a una normativa mucho más estricta. Obtener todas las autorizaciones puede tardar más que el propio viaje. Un retraso en uno de los documentos puede aplazar la salida durante semanas, aunque todo lo demás esté listo.

Los horarios, también son un factor a tener en cuenta. La mayoría de traslados se realizan de madrugada, cuando el tráfico es menor y resulta más seguro maniobrar con vehículos de semejante tamaño. Esta restricción obliga a coordinar a todos los implicados (coches piloto, conductores y autoridades) en franjas muy estrechas, donde no hay margen para errores.

La preparación del transporte no se limita a estudiar mapas o calcular radios de giro. En muchos casos es necesario intervenir directamente en la carretera para que el convoy pueda pasar. Las modificaciones más habituales consisten en retirar de forma temporal señales de tráfico, vallas o semáforos que impidan el giro de un aspa en una rotonda o en una curva cerrada. También pueden acondicionarse arcenes o ensanchar accesos rurales en los tramos finales del trayecto. Estas actuaciones, coordinadas con las autoridades locales, se planifican con antelación y permiten que la operación avance sin contratiempos una vez el transporte está en marcha.

Cómo se organiza un convoy para mover estructuras gigantes

Una vez obtenidos los permisos y complementada la preparación, llega el momento de la carretera. Los camiones que se utilizan en estos traslados no son convencionales. Se tratan de remolques extensibles capaces de alcanzar la longitud exacta de la pala y de adaptarse a su peso y forma. Están equipados con sistemas de dirección en varios ejes que permiten giros en espacios reducidos, algo impensable en vehículos estándar.

El convoy se completa con coches piloto que abren camino, alertan a los conductores y regulan el tráfico en cruces y rotondas. En algunos tramos, sobre todo en los más delicados, se suma escolta policial. Los vehículos de apoyo revisan constantemente amarres y sujeciones para asegurarse de que la pieza no se desplaza. Es un engranaje coordinado que avanza despacio, pero con la seguridad como prioridad absoluta.

Conducir en estas condiciones es un reto físico y mental. Las velocidades son reducidas, pero la concentración debe de ser máxima. “Con un aspa detrás no puedes despistarte. La cabina va en una línea, el remolque en otra y el aspa todavía más allá. Hay que ir pensando en todo eso a la vez, porque si calculas mal una curva, no hay segunda oportunidad”, explica Carlos.

El viento añade otro nivel de complejidad. Una ráfaga lateral puede comprometer la estabilidad de la carga, por lo que la previsión meteorológica se sigue con detalle antes y durante el trayecto. Para garantizar la seguridad, el itinerario incluye paradas programadas en puntos estratégicos. Allí, se revisan amarres y tensiones en las sujeciones, asegurando que el aspa se mantiene firme. “Vamos despacio y paramos las veces que haga falta. No se trata de correr, sino de llegar sin problemas”, añade.

El tramo final hacia los parques eólicos, el mayor desafío

El destino de estas palas son los parques eólicos, casi siempre ubicados en zonas rurales y elevadas. El tramo final del recorrido es, a menudo, el más complicado. Carreteras secundarias, accesos estrechos y pendientes pronunciadas ponen a prueba la destreza de los conductores. En estos últimos kilómetros, la coordinación con los equipos de montaje se vuelve esencial. La pala debe entregarse en el lugar exacto, lista para ser ensamblada en la torre.

Carlos describe esa fase como la más exigente. “Llegar hasta allí ya es complicado, pero lo más delicado es dejar la pala en el sitio que toca. Si entras torcido o no calculas bien, puedes perder horas. Es el momento en el que más nervioso te pones, porque todo el viaje depende de esa maniobra final”.

Este tipo de transporte apenas tiene visibilidad pública, ya que se realizan en horario nocturno y con la mayor discreción posible, aunque su importancia es decisiva: sin ellos, los parques eólicos que abastecen de energía renovable a miles de hogares en España no podrían ponerse en marcha.

En este contexto, empresas como Jicartrans, una empresa de transporte de carga por carretera con experiencia en operaciones complejas, participan en el traslado de aspas de aerogeneradores que hacen posible la puesta en marcha de nuevos parques eólicos. Estas operaciones requieren conductores experimentados, vehículos adaptados y una coordinación constante con las autoridades de tráfico. La compañía forma parte de ese grupo de transportistas que asumen un reto poco visible para la ciudadanía, pero fundamental para que los parques eólicos puedan ponerse en marcha en tiempo y forma.

El desarrollo de las energías renovables no depende solo de ingenieros o fabricantes, también de la capacidad de mover piezas de más de sesenta metros a través de carreteras que nunca fueron diseñadas para ello. Ahí es donde empresas como Jicartrans aportan su experiencia, garantizando que cada aspa llegue a su destino y recordando que la transición energética también se construye, kilómetro a kilómetro, sobre el asfalto.

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