Cuando la música no ilustra, sino que resucita, por Laura Muñoz Liaño
En el cine, la música puede ser mero acompañamiento o convertirse en un lenguaje secreto. Cuando se piensa como memoria sonora, cada nota abre una grieta en el tiempo, un eco que devuelve lo que parecía perdido.
La directora Laura Muñoz y el compositor Pepe Begines trabajan en esa frontera. Ella conduce la imagen, él escribe la respiración oculta de la historia. El resultado no es una partitura al servicio de las escenas, sino un diálogo que busca el pulso exacto entre el silencio y el recuerdo.
“La música no se limita a sonar, se convierte en un archivo vivo”, señala Muñoz.
El Islamar III: un naufragio que aún habla
El hundimiento del Islamar III en 1984 arrastró consigo vidas y memorias. En Stella Maris, la música no reconstruye la tragedia, sino que devuelve el murmullo de quienes no pudieron contarlo. El mar, tantas veces testigo mudo, aparece aquí como un archivo sensible, capaz de custodiar lo que no debía desaparecer.
El trabajo de Begines se convierte en ese hilo invisible que une a los supervivientes con las ausencias. Cada acorde se sostiene como una boya que marca un lugar donde la historia quiso hundirse, pero sigue emergiendo.
El lenguaje secreto de los silencios
Hay silencios que no son ausencia, sino memoria latente. La música, al rozarlos, los transforma en resonancias sutiles, en una forma de decir sin pronunciar. Como un oleaje bajo la superficie, esos silencios guardan más de lo que muestran y obligan al espectador a escuchar lo invisible.
En esa tensión entre lo audible y lo callado se sostiene Stella Maris: un relato poético sobre un naufragio colectivo, que deja espacio a lo no dicho, a lo que persiste entre corrientes subterráneas.
Una invocación
El proyecto Stella Maris, largometraje de ficción subvencionado por Junta de Andalucía y seleccionado en Locarno Pro Match Me!, se encuentra cerrando la financiación para despegar en breve. Hace unos días la directora de Stella Maris estuvo acompañando el trabajo de Pepe Begines, se grabó uno de los momentos musicales más emotivos de la película. Con la participación de las voces de Los Cantores de Híspalis al violín de Cristina Lorenzo. No será solo un registro para la banda sonora: será una invocación. La certeza de que lo que el mar abrazó no puede permanecer oculto para siempre.