El informe del Comité de Personas Expertas sobre la transformación del Monumento a los Caídos dedica un apartado central a la resignificación de la cúpula, considerada el principal foco simbólico del edificio. La bóveda, decorada con los frescos de Ramón Stolz en 1950, representa escenas de cruzadas, reyes medievales y figuras misioneras como Francisco de Javier, combinando guerra y religión como pilares del nacionalcatolicismo. Según el documento, estas pinturas constituyen una “sintaxis visual de legitimación del golpe de Estado de 1936” y de “una historia construida sobre la violencia como vía de redención”.
Un relato crítico y didáctico
El Comité plantea que la cúpula debe ser conservada, pero reinterpretada. Se propone crear un dispositivo museológico que “mediatice o incluso oculte parcialmente su visión”, utilizando filtros, recorridos guiados y recursos digitales que permitan al visitante “comprender los múltiples simbolismos de la cruzada” desde una perspectiva crítica. El documento subraya que “mostrar los daños de las culturas políticas belicistas y promover una cultura de paz” debe ser el eje pedagógico de la nueva intervención.
Las escenas serán recontextualizadas mediante paneles explicativos y herramientas digitales que subrayarán su carácter instrumental en la justificación teológica de la violencia franquista. Los frescos se convertirán en “documento de barbarie”, no en objeto de veneración, siguiendo la línea de interpretación aplicada en memoriales europeos como Mauthausen o el Parque de la Memoria de Buenos Aires.
Nuevos lenguajes: luz, espejo y transparencia
Entre las estrategias arquitectónicas para resignificar el espacio, el Comité propone recursos artísticos contemporáneos: el encapsulamiento de la cúpula bajo materiales reflectantes o vegetales; el tragaluz democrático, inspirado en una obra de Buero Vallejo, que introduce luz como metáfora de transparencia y democracia; y el uso del vidrio espejo como elemento de reflexión simbólica y autocrítica. En palabras del informe, “la luz debe atravesar el edificio autoritario para transformarlo en una metáfora del pensamiento crítico y del diálogo democrático”.
De templo a museo-memorial
La intervención forma parte de una relectura integral del edificio, cuya estructura original —cruz griega, cripta y cúpula— será subvertida para romper su antiguo culto al totalitarismo. La cúpula, antes vértice del poder simbólico franquista, pasará a ser “una herramienta para la educación en derechos humanos y la prevención de nuevos fascismos”. El espacio se integrará en un circuito pedagógico que combine historia, arte y memoria, vinculado al programa Escuelas con Memoriadel Instituto Navarro de la Memoria.