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El arzobispo lamenta no haber convocado un 'Jubileo' de los políticos: «Podría haber dado frutos positivos de diálogo»

Monseñor Roselló reconoció en la clausura del Año Jubilar de la Esperanza que le quedó “esa pequeña deuda” en un contexto de polarización

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Roselló, en la clausura del Año Jubilar

Roselló, en la clausura del Año Jubilar

La catedral de Pamplona ha acogido este domingo la clausura solemne del Año Jubilar de la Esperanza, una celebración presidida por el arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, Florencio Roselló, que reunió a cientos de fieles junto a cerca de un centenar de sacerdotes, diáconos y seminaristas, con el acompañamiento musical de la Capilla de la Catedral.

En una homilía marcada por el balance y la proyección de futuro, Roselló puso en valor el carácter abierto e inclusivo del Jubileo vivido en la diócesis a lo largo del último año, pero detuvo especialmente su reflexión en una ausencia que, según confesó, le dejó “una pequeña espina clavada”: la no convocatoria de un Jubileo de los políticos.

“Me hubiese gustado convocar el Jubileo de los políticos. Creo que se hace necesario, podría haber dado frutos positivos de diálogo, entendimiento y tolerancia”, afirmó el arzobispo, reconociendo que no se atrevió finalmente a impulsarlo. Una reflexión que cobró especial relevancia en una sociedad navarra que él mismo describió como “muy polarizada en temas sociales y políticos”.

Roselló subrayó que, pese a ese contexto, el Jubileo ha demostrado que “todavía ha quedado lugar para la esperanza”, con hasta 53 celebraciones distintas y la participación de colectivos muy diversos. “No se ha puesto límite ni veto a nadie. Grupos, colectivos y movimientos que se han querido acercar han tenido las puertas abiertas de las dos catedrales. Porque en la Iglesia siempre quedará sitio para la esperanza”, señaló, recordando también las palabras del papa Francisco: “En la Iglesia caben todos, todos, todos”.

El arzobispo destacó como uno de los grandes frutos del Jubileo la llegada a ámbitos poco habituales en la vida diocesana, desde profesionales y universitarios hasta fuerzas de seguridad, deportistas o artistas, además de las celebraciones con los más vulnerables en la cárcel, hospitales, residencias de ancianos y centros de salud mental, que definió como “momentos de evangelio puro”.

En el plano social, anunció el cumplimiento del compromiso diocesano de abrir un hogar de acogida para mujeres víctimas de trata, que comenzará a funcionar en enero. “Nuestra diócesis, con los más pobres”, afirmó, agradeciendo la implicación de toda la comunidad cristiana en un proyecto que ha reunido cerca de 185.000 euros.

Lejos de plantear la clausura como un cierre, Roselló advirtió de que “esta clausura no es un punto final” y animó a no caer en la “normalidad de los cementerios”. “El Señor nos envía a ser testigos de esperanza en nuestros hogares, en el trabajo, en la Iglesia y en la sociedad navarra”, subrayó.

En ese horizonte de continuidad se enmarca la presentación del nuevo Plan Pastoral Diocesano, que busca avanzar hacia una Iglesia más sinodal y misionera. “No perdamos la calle, no perdamos la esperanza”, concluyó el arzobispo, insistiendo en que la esperanza, además de un don, es también una responsabilidad compartida.

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