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El juego, sus etapas y el papel de la familia

El juego es una actividad indispensable para el desarrollo del niño y niña; cuando juega con su cuerpo, cuando mueve un muñeco o arrastra un objeto por el suelo, se divierte al mismo tiempo que […]

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El juego es una actividad indispensable para el desarrollo del niño y niña; cuando juega con su cuerpo, cuando mueve un muñeco o arrastra un objeto por el suelo, se divierte al mismo tiempo que aprende a conocer el mundo que te rodea. El juego le ayudará a desarrollar su personalidad, a conocerse a sí mismo o a si misma y a los y las demás, les servirá de refugio frente a las dificultades que el mundo adulto le plantea y será al mismo tiempo fuente de placer.

El juego va a influir en su desarrollo  mental, afectivo, motor y social.

  • En el desarrollo mental; el niño o la niña al jugar, crea, inventa situaciones, explora y busca posibilidades y soluciones, aprende a prestar atención y concentrarse.
  • Desarrollo afectivo y emocional; en el juego van siempre implícitas las emociones y la afectividad. De él se va a servir para manifestar y canalizar las pulsiones agresivas, así como para exteriorizar tanto sus deseos como sus temores reprimidos.
  • Desarrollo motor, el desarrollo muscular, la coordinación y el equilibrio, las capacidades sensoriales, las habilidades manuales son favorecidas mediante el juego.
  • Desarrollo social: el juego estimula la incorporación al grupo, la relación, la cooperación. Permite a los menores aprender a colaborar, a esperar su turno, a compartir.

Etapas del Desarrollo del Juego

El niño o niña pasa por diferentes etapas evolutivas, comunes y necesarias para su desarrollo. En cada una de ellas se va logrando una serie de adquisiciones que permiten su pleno desarrollo y maduración.

El juego tiene un papel fundamental en todo este proceso.

Podemos destacar tres etapas fundamentales:

  • Juego sensoriomotriz: es el primero que se presenta y abarca hasta el 2º año de vida. En los primeros meses, los movimientos espontáneos del bebé adquieren un carácter lúdico; mueve sus manitas, las junta, las mira, se mete los deditos en la boca y a continuación empieza a jugar con sus pies, la nariz, las orejas, etc.

A los 3-4 meses descubre el mundo de los objetos, interesándose por las cosas que se le ofrecen, los mira y manipula, los mueve, se los lleva a la boca, lo tira y golpea contra el suelo.

Unos meses después podrá manejar dos objetos a la vez, para golpearlos, introducir el uno en el otro, colocarlos uno sobre otro, hacerlos desaparecer y aparecer se su vista, descubriendo así múltiples aspectos: color, tamaño, sonido, forma; así como la condición de ausencia y permanencia.

La curiosidad y afán de exploración le estimulará a desplazarse para alcanzar y manipular los objetos que le rodean. La marcha ampliará el contacto con el mundo exterior, le dará autonomía y mayor posibilidad de apoderarse de los objetos.

  • Juego simbólico: se da entre los 3 y los 6 años. El niño puede transformar los objetos o las situaciones en lo que él desea. Además por medio del símbolo puede interiorizar el mundo exterior, acomodándolo a sus deseos o necesidades.

Al principio imita sus propias acciones habituales, hace como si durmiera, se lavara, peinara o comiera.

Más adelante imita las acciones y gestos de otros. Son los juegos de papeles: juega a ser médico, mamá, bombero, es decir, se empieza a identificar con el mundo adulto.

En esta etapa puede jugar en grupo, pero tiene su propia actividad,

  • Juego de reglas: aparece en la última fase preescolar (5-6 años). Los y las menores comienzan a disfrutar de sus iguales. Se interesan por las relaciones interpersonales reproduciéndolas en sus juegos. 

EL PAPEL DE LAS FAMILIAS EN EL JUEGO INFANTIL

 

La familia es el primer referente de cada persona. Donde el y la menor, mediante sus juegos, se identifica primero con él o ella misma, después con su familia y más tarde con el mundo.

Jugar es una excelente “técnica” para que los progenitores fomenten en las y los menores las actitudes necesarias y para que administren su tiempo de ocio de un modo positivo.

Debido al ritmo de vida que llevamos, nos es cada vez más difícil encontrar tiempo compartido de ocio y disfrute para todos y todas, padres, madres y menores. Los progenitores deben procurar momentos de juego, ya que la acción de jugar es fundamental para el o la menor.

Es necesario que estos tiempos de juego sean sinceros, espontáneos y auténticos. Acompañar al niño o niña disfrutando de la actividad que se está desarrollando: “Hacerlo porque quiero hacerlo”.

Jugar en familia es importante, tanto para el propio desarrollo personal como para la comunicación y el enriquecimiento de la vida familiar.

La acción de jugar en familia:

  • Favorece y facilita la comunicación. Mediante ella, transmitimos, exteriorizamos lo que somos, lo que pensamos y en lo que creemos. 
  • Fortalece la complicidad entre los miembros de la familia. 
  • Permite exteriorizar las expresiones de afecto. 
  • Deja aflorar las emociones de una forma natural y espontánea. 
  • Cuando la familia comparte tiempo de juego, tanto progenitores como hijos e hijas establecen un intercambio en el que ambos se muestran en actitud:

 Lúdica (separada de las obligaciones y tensiones).

Creativa (abierta a nuevas experiencias).

Plástica (adaptable, sincera, espontánea y natural).

Transformadora de la realidad.

Liberada (buscando la relajación y la evasión).

Divertida y de disfrute.

Libre y voluntaria.

Los progenitores tienen, por tanto, un papel muy importante en el juego infantil:

  • Son los que observan las necesidades lúdicas de sus hijos e hijas. 
  • Les proporcionan los medios para su disfrute. 
  • Les permiten explorar, manipular, tantear, investigar, descubrir el mundo que les rodea, y sobre todo DIVERTIRSE. 

CONCLUSIONES

  • El deseo de jugar es una excelente señal de salud en los y las menores. 
  • Necesitan jugar y no permitírselo obstaculiza sus posibilidades de desarrollo.
  • La persona adulta debe ofrecer a los y las menores juegos que favorezcan y estimulen la imaginación, la participación y la manipulación directa, no el que induzca a la pasividad, a apretar un botón y observar cómo funciona. 
  • Los padres y madres tienen que prestar atención a los juegos de sus hijos e hijas, admitirlos, favorecerlos y estimularlos. 
  • Los y las menores tienen que elegir y decidir sus propios juegos. La persona adulta puede sugerirlos pero no imponerlos. 
  • Mientras juega se debe vigilar su seguridad y enseñarle a descubrir y reconocerlos riesgos que pueda correr. 
  • Hay que dar tanta o más importancia al juego que al resto de actividades que realiza. 

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