Cuando Gabriela Lucero Loor habla de Lula Lova, su voz se suaviza. No describe solo un centro estético ni un negocio más en una calle comercial. Habla de un proyecto personal, de un sueño construido con esfuerzo, de una respuesta a una vida llena de obstáculos que, lejos de frenarla, la empujaron a crear un lugar que hoy representa mucho más que servicios de belleza: es un espacio de cuidado, de escucha y, sobre todo, de segundas oportunidades.
“Lula Lova es un sitio donde hacemos un poco de todo”, dice casi con modestia. Pero detrás de esa frase sencilla hay un centro de 180 metros cuadrados en el que conviven peluquería, estética facial y corporal, masajes, tratamientos capilares, uñas, cejas, micropigmentación, pedicura en camilla y hasta formaciones personalizadas. Un espacio amplio, luminoso y pensado para que quien entre pueda hacerse prácticamente cualquier servicio sin tener que ir de un lado a otro. Un lugar diseñado con intención y una visión muy clara: ofrecer bienestar sin complicaciones.
Un proyecto nacido desde la necesidad… y la valentía
El origen de Lula Lova no está en una historia de emprendimiento tradicional. Nace, más bien, de la vida misma. Gabriela empezó formándose en pestañas. Luego vinieron las uñas. Después las cejas. Más tarde el cabello. Cada paso respondía a una necesidad, a una búsqueda de autonomía, a una forma de abrirse camino.
Lo cuenta con la honestidad de quien no ha tenido una ruta fácil. Fue madre muy joven, con 16 años. Durante años atravesó una relación tóxica, complicada, desigual. “Lo pasé muy mal”, recuerda sin dramatismos, como quien sabe que esa etapa ya quedó atrás, pero no olvida la huella. Ser madre soltera tampoco fue sencillo. “Tienes que arreglártelas sola, compaginar horarios, buscarte la vida”. Y aun así, siguió avanzando.
Quizá por eso, cuando empezó a imaginar Lula Lova, lo hizo pensando no solo en sí misma, sino en otras mujeres. En aquellas que, como ella, enfrentan jornadas dobles o triples, cargas emocionales y laborales, dificultades económicas o personales. Mujeres que necesitan no solo un empleo, sino un espacio comprensivo donde se respete la conciliación familiar sin culpa ni excusas.
“Quería crear algo mío, pero también algo que pudiera ayudar”, explica. “Un sitio donde mujeres que lo han pasado mal pudieran trabajar con horarios adaptados, entendiendo que la vida personal también importa”.
Ese espíritu está hoy impreso en cada rincón del local y en la dinámica del equipo. Son tres profesionales que organizan su día a día en función de las necesidades de sus familias y también de las de las clientas. Si alguien solo puede acudir a última hora por su jornada laboral, se intenta ajustar. Si una madre debe acudir a una reunión escolar, el calendario se mueve. Si una clienta necesita un momento de paz, el centro se transforma en refugio.
Un espacio amplio que sorprende al barrio
Aunque el local es grande, muchos vecinos no lo descubrieron hasta meses después. Gabriela recuerda cómo tras aparecer en un medio local comenzaron a llegar comentarios como: “¡No sabía que estabais aquí!”.
El centro está distribuido de forma estratégica: una zona de peluquería, otra de uñas a la vista —algo que, al principio, ella no tenía tan claro, pero que terminó siendo un acierto para dar visibilidad a uno de sus servicios más demandados— y dos cabinas. Una de ellas se utiliza para pestañas, pedicura en camilla y tratamientos que requieren comodidad y privacidad. La otra está dedicada a masajes, parafina y servicios más relajantes. Existe una tercera área, aún pendiente de habilitar, destinada a tratamientos corporales que la fundadora quiere incorporar en la siguiente fase de crecimiento.
El recibimiento del barrio ha sido cálido. Muchas personas habían perdido sus peluqueros por jubilación y encontraban, de pronto, un lugar cercano con un equipo joven, atento y versátil. “La gente se va muy contenta de tener algo así tan cerca”, comenta Gabriela.
Servicios variados y una filosofía clara: calidad y bienestar
Aunque la peluquería y las uñas suelen ser los servicios que más llaman la atención, la carta de tratamientos es amplia: rejuvenecimiento facial, corporales, laminación, masajes relajantes, fisioterapéuticos o moldeantes, micropigmentación, cejas y un largo etcétera.
En peluquería trabajan con marcas como Entercode, Versum e Igora, conocidas por su nivel profesional y cuidado capilar. También incluyen productos de tratamiento que se aplican según las necesidades de cada clienta, desde alisados hasta tratamientos nutritivos o reparadores.
En uñas, la marca Kinetics es la protagonista. “Es una marca muy buena, cuida mucho la salud de la uña”, señala Gabriela. Ante el creciente debate sobre sustancias químicas en productos de manicura, ella explica que Kinetics eliminó los componentes cuestionados mucho antes de que se hicieran virales. Y añade algo esencial: “Un producto bueno no siempre es el que más dura, sino el que menos daña”. Un mensaje que repite con frecuencia porque todavía existe el mito de que la durabilidad es el único indicador de calidad.
Formación para quien no puede acceder a ella
Otro de los pilares del proyecto son los cursos personalizados que Gabriela imparte. Enseña lo que domina: cejas, uñas y determinadas técnicas de peluquería. En un futuro, quiere ampliar el formato y ofrecer formación accesible a personas con menos recursos, con precios módicos o incluso casi gratuitos.
“Quiero ayudar a quienes no pueden pagar un curso caro. Que tengan una oportunidad real de aprender y trabajar”, afirma. Su idea es crear un modelo inclusivo, en el que la falta de dinero no sea una barrera para formarse en estética.
Mirando hacia adelante: crecimiento y más empleo
Desde la apertura en mayo hasta hoy, el centro ha recibido un flujo creciente de clientas. La demanda ha crecido tanto que Gabriela ya piensa en incorporar a más profesionales, especialmente en momentos de alta actividad. El objetivo es claro: consolidar el equipo, ampliar la oferta de servicios y llegar a más personas.
También son cada vez más los hombres que acuden a cortarse el pelo. No ofrecen cortes de barbería artística, pero sí cortes clásicos y cuidados masculinos. Ese equilibrio entre especialización, honestidad y cercanía es una de las claves del buen recibimiento.
Un lugar para desconectar
Pero más allá de lo estético, Lula Lova se ha convertido en un refugio. Gabriela lo explica con naturalidad: “Intentamos que la persona desconecte, que sienta paz, que tenga un momento para sí misma”. No son pocas las clientas que se lo confirman tras sus visitas: “Aquí me siento tranquila”, “aquí desconecto”, “salgo más ligera”.
Porque Lula Lova no es solo un servicio, es un ambiente. Es conversación, es calma, es el tipo de atención que no se improvisa: la que surge cuando alguien entiende lo que es no tener tiempo, no tener ayuda, no tener descanso… y aun así seguir adelante.
Un negocio que crece desde el corazón
El recorrido de Gabriela no ha sido lineal ni fácil, pero tiene algo poderoso: autenticidad. Su historia personal se convierte en la columna vertebral del centro. Su manera de gestionar horarios, su enfoque en la conciliación, su trato empático con clientas y trabajadoras, su deseo de formar y ayudar, todo nace de lo que ella vivió y aprendió.
Y eso, quizá, es lo que hace especial a Lula Lova: que no es un local ni una “marca”, sino un proyecto humano que crece desde la verdad. Un lugar creado por alguien que sabe lo que es empezar de cero y que hoy trabaja para que otras también puedan hacerlo.
Datos de contacto y horario:
Centro de estética Lula Lova
Marcelo Celayeta 68
Teléfono: 688 275 175
Instagram: @lula_lova
Horario:
De lunes a viernes, de 10:00 a 17:00/18:00 (horario flexible según necesidades de las clientas).
Sábados con cita previa.








