En el paseo García el de Nájera 2, una de las zonas residenciales más tranquilas y consolidadas de Pamplona, el bar restaurante Magori ha abierto recientemente sus puertas con una propuesta clara: buena cocina, trato cercano y precios pensados para el público local. Lejos de los conceptos efímeros o excesivamente sofisticados, Magori nace con vocación de barrio, de esos locales que aspiran a convertirse en un punto de encuentro habitual para vecinos, familias y cuadrillas.
Detrás del proyecto están Ximena y su marido Santiago, propietarios y almas del restaurante. Ella se encarga de la sala, el servicio y la gestión; él lidera la cocina con una trayectoria sólida en restauración. Magori no es una idea improvisada: el restaurante ya existía desde hacía tres años en Palma de Mallorca, donde funcionaba como un local pequeño y muy familiar. El paso a Pamplona responde al deseo de crecer, ampliar el espacio y asentarse en una ciudad con una fuerte cultura gastronómica y un público exigente, pero fiel.
La elección de Pamplona no fue casual. Aquí se encuentran amigos muy cercanos y parte de la familia, profundamente vinculados al mundo de la hostelería. Ese apoyo, unido al atractivo de la gastronomía navarra y al carácter cercano de sus barrios, terminó de inclinar la balanza. Magori abrió finalmente el pasado 29 de noviembre y, desde el primer momento, la acogida vecinal ha sido uno de sus mayores respaldos.
El local cuenta con unas 18 mesas y capacidad para alrededor de 60 o 65 comensales, lo que permite un equilibrio poco habitual: un espacio suficientemente amplio para dar servicio con comodidad, pero lo bastante íntimo como para conservar un ambiente tranquilo y cercano. Esta escala humana es clave en su concepto de comercio de proximidad, donde el cliente no es un número, sino alguien que vuelve y al que se reconoce.
La propuesta gastronómica se define como cocina creativa de autor, aunque con los pies muy bien puestos en la tierra. Santiago apuesta por combinaciones originales y sabores poco convencionales, pero sin perder de vista el gusto general ni la tradición. A esa base creativa se suman ingredientes latinoamericanos, fruto de sus raíces, que aportan matices diferentes sin romper con la cocina local.
Para su llegada a Pamplona, Magori ha diseñado una carta pensada especialmente para el público navarro, incorporando platos reconocibles y populares. En ella conviven clásicos como la ensaladilla rusa, las patatas bravas o los huevos rotos con elaboraciones más personales. Destacan también los arroces tipo banda, que sirven en llauna, con varias versiones pensadas para compartir, una fórmula ideal tanto para comidas familiares como para cuadrillas.
La brasa ocupa un lugar destacado en la cocina. Pescados frescos a la parrilla y carnes seleccionadas, algunas de ellas maduradas, aportan ese punto de sabor directo que conecta con el gusto tradicional. A esto se suman platos de cocción lenta, elaborados durante 20 o incluso 24 horas a baja temperatura, como la paletilla de cordero, que se ha convertido ya en uno de los platos más reconocibles de la casa.
Uno de los aspectos más valorados por el público es que toda esta oferta se plantea con precios ajustados y coherentes. Magori no busca ser un restaurante exclusivo, sino un lugar al que se pueda volver con frecuencia. La relación calidad-precio es uno de sus principales argumentos, especialmente importante en un barrio donde el cliente busca confianza, constancia y una experiencia satisfactoria sin excesos.
La oferta se completa con una carta de postres que combina tradición local y guiños a sus orígenes. La torrija reinventada —un cinnamon roll convertido en torrija tras el horneado— resume bien esta filosofía de mezclar lo conocido con lo creativo. Junto a ella, el merengón colombiano con frutas frescas aporta identidad propia, mientras que la tarta de queso con queso azul sorprende por su equilibrio y se ha convertido en uno de los postres más demandados.
El vino es otro de los pilares del proyecto. Magori cuenta con una bodega cuidada, con referencias de calidad y una selección que huye de lo más habitual. Predominan los vinos navarros, con bodegas como Príncipe de Viana o Sorzal, pero también se incluyen crianzas y variedades menos comunes, como la gewürztraminer. La idea es ofrecer vinos accesibles, fáciles de beber y bien escogidos, que acompañen tanto una comida completa como una copa informal.
En este sentido, la barra juega un papel fundamental. Amplia y bien integrada en el espacio, está pensada para quienes quieren acercarse solo a tomar un vino o un un pincho. Desde las 12 del mediodía, el bar ofrece siempre pinchos disponibles, además de una pequeña carta de cocina pensada para el picoteo. Esta dualidad —comedor y barra— refuerza su carácter de bar restaurante de proximidad, abierto a distintos usos a lo largo del día.
El horario continuo, de 12:00 a 23:00 la mayoría de los días, es otro de los puntos fuertes del establecimiento, adaptándose tanto a comidas como a cenas, sobremesas o encuentros informales. Esta amplitud horaria facilita que Magori forme parte del ritmo cotidiano del barrio, sin rigideces ni complicaciones.
En definitiva, Magori es un ejemplo de cómo la hostelería puede integrarse en la vida de un barrio apostando por la cercanía, el trato humano y una propuesta honesta. Cocina bien ejecutada, precios razonables y un ambiente acogedor definen a este nuevo bar restaurante que, en muy poco tiempo, ya empieza a consolidarse como un referente de la zona.
Dirección: P.º García el de Nájera, 2, 31008 Pamplona
Teléfono: 660 47 98 63
Instagram:@magori_restaurante
Horario: de 12:00 a 23:00 (consultar festivos y Navidad)
