Con motivo del traslado de las estatuas que estaban en el Paseo de Sarasate a un almacén municipal la Comunidad de Madrid de Isabel Díaz Ayuso ha aprovechado para solicitar formalmente la devolución de la regias figuras.
Un poco de historia
Un gran proyecto: se contrataron 24 escultores dirigidos por Doménico Olivieri y Felipe de Castro, organizados en dos equipos con artistas destacados como Roberto Michel, Juan Pascual de Mena y Luis Salvador Carmona. Los bloques de roca se trasladaron en bruto a Madrid, ya aligerados para su transporte, y allí tomaron forma en varios talleres de la capital. Uno de ellos se ubicó cerca del palacio, en la calle de los Reyes, llamada así por este motivo. En 1754, las estatuas se instalaron alrededor de la balaustrada y algunas, catorce, en el piso principal, entre ellas santos, emperadores y reyes americanos.
La abundancia decorativa del exterior esconde detalles notables, como la colección de esculturas distribuidas por algunas fachadas, especialmente en la balaustrada, obra de tiempos de Fernando VI a propuesta del padre Martín Sarmiento. Él presentó al rey un plan para embellecer el palacio con 112 figuras de los reyes de España, desde Ataulfo hasta Fernando VI y Bárbara de Braganza. Con piedra caliza de Colmenar de Oreja, se completaron también figuras de Santiago, San Millán de la Cogolla, reyes americanos, los condes castellanos Fernán González y Garci Fernández, y los emperadores romanos Honorio, Teodosio, Arcadio y Trajano.
Algunos historiadores creen que la orden de Carlos III de bajarlas con urgencia se debió a los inquietantes sueños de su madre, Isabel de Farnesio, quien temía que un terremoto las derribara sobre ella. Otros sostienen que nunca llegaron a subirse por cambios de gustos en la época o por su enorme peso.
La elaboración comenzó por orden de Fernando VI y bajo la dirección del italiano Giovanni Domenico Olivieri. Aunque pensadas para decorar la cornisa del Palacio de Oriente, su destino fue distinto: 108 figuras en piedra berroqueña, desde Ataúlfo hasta Felipe V, terminaron relegadas a los sótanos del palacio.
No poseen gran detalle porque estaban pensadas para verse desde lejos. La historia de su ubicación en el suelo —y en otras ciudades— vuelve a relacionarse con los temores de Isabel de Farnesio, que soñaba con su caída y pidió retirarlas.
Durante el reinado de Isabel II fueron repartidas por la ciudad y otros lugares del país. Muchas permanecieron cerca de su ubicación original en la Plaza de Oriente; otras se llevaron a El Retiro, la Glorieta de Pirámides o el Museo de Artillería, y un grupo se trasladó a ciudades como El Ferrol, Vitoria o Pamplona. En 1973, durante la restauración de la fachada del Palacio Real, algunas regresaron a la balaustrada superior para recuperar el diseño de Juvara y Saquetti.
Según varios medios madrileños hay un cierto interés en que los rostros más deteriorados sean cambiados por figuras más populares antes de subirlas a la cornisa del palacio.
Las propuestas pasan por presentar las estatuas con los rostros de actores del cine de los años 60, 70 como José Luís López Vázquez, Mariano Ozores, Alfredo Landa, Pamplonés de pro, Tony lebland, Paco Martínez Soria, Fernando Rey o Pepe Isbert.
Antes de que los más jóvenes pongan sus simpáticos comentarios hemos de decir que estatuas e inocentadas, un 28 de diciembre, son cosas que se mantienen a lo largo de la historia: que no falte el humor mientras conocemos la historia.







