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“Me dijo que no iba a pinchar sobre una piel tatuada”

La historia de la mujer a la que una enfermera se negó a sacarle sangre por tener tatuajes en un centro de salud de Navarra

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  • Una mujer con tatuajes -
  • “Empezaron a hablar de mi cuerpo delante de mí como si yo no estuviera. Me dio ansiedad, no supe qué contestar. Salí llorando de la impotencia"

A sus 37 años, artista y vecina de una localidad navarra, esta mujer —que prefiere mantener su anonimato— nunca imaginó que sus tatuajes, parte esencial de su identidad y de su obra, se convertirían en motivo de discriminación en una consulta de atención primaria.

Aquel día acudió a su centro de salud para hacerse unas analíticas rutinarias. Nada fuera de lo normal: “Siempre me hicieron analíticas sin problema, tengo bastantes tatuajes en los brazos y alguna vez costó encontrar la vena, pero siempre me trataron con respeto”, relata. Pero esta vez fue diferente.

“Entró una enfermera y nada más verme me puso mala cara. Me miró con cara de asco y empezó a soltar comentarios: ‘¿Qué te has hecho en el cuerpo?’. Me dijo que no iba a pinchar sobre una piel tatuada, que si querían arriesgarse que lo hicieran otras compañeras, pero que ella no lo iba a hacer”, recuerda con impotencia.

Sorprendida y sin saber cómo reaccionar, cuenta que la enfermera le conminó a abandonar su puesto. Fue entonces cuando otra profesional se hizo cargo de la extracción. “En menos de 30 segundos encontró un huequito y me sacó sangre sin problema”, explica. Sin embargo, la tensión no acabó ahí ya que justo cuando otro paciente entró después para sacarse sangre la enfermera remató la escena con un comentario hiriente: “Mira, este no tiene tatuajes”.

La situación desbordó a la paciente: “Empezaron a hablar de mi cuerpo delante de mí como si yo no estuviera. Me dio ansiedad, no supe qué contestar. Salí llorando de la impotencia. Menos mal que mi compañero estaba esperándome fuera y me animó a poner una reclamación”, detalla.

La denuncia formal se limitó, en principio, a una queja en el centro de salud.  Días después, recibió una carta del director del centro en la que le pedían disculpas, pero que —según cuenta— venía acompañada de una especie de desmentido: “Decían que habían reunido al personal y que no había pasado así. Fue casi como si me tacharan de mentirosa. Jamás había tenido problemas en ese centro, pero me sentí fatal”.

Convencida de que aquello no podía quedar así, llevó su caso al Defensor del Pueblo de Navarra, que acabó dándole la razón y recordó a la Administración sanitaria su obligación de garantizar un trato digno y sin discriminación.

“Lo que quiero es que no vuelva a pasar”, insiste hoy. “Todos podemos tener un mal día, yo también trabajo de cara al público y no puedo descargarme con los clientes. Es un trabajo delicado y hay que tratar a las personas con respeto”.

Para ella, sus tatuajes son parte de su piel, de su obra y de su vida. Lo que vivió, dice, no debería volver a repetirse para nadie: “Nunca me había pasado algo así, y espero que no le pase a nadie más”.


 

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