José Mujica, el expresidente de Uruguay conocido mundialmente como “Pepe”, falleció este martes a los 89 años tras una larga batalla contra el cáncer. La noticia fue confirmada por el presidente uruguayo, Yamandú Orsi, quien despidió al histórico líder con un emotivo mensaje en redes sociales: “Te vamos a extrañar mucho Viejo querido. Gracias por todo lo que nos diste y por tu profundo amor por tu pueblo”.
Mujica, nacido en Montevideo en 1935, fue una de las figuras más emblemáticas de la izquierda latinoamericana. De origen humilde, hijo de una horticultora y un pequeño estanciero, desde joven se involucró en la lucha social y política. A los 14 años ya participaba en reivindicaciones obreras en su barrio. En la década de 1960 se sumó al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una organización guerrillera inspirada en la revolución cubana. Su militancia le costó 15 años de prisión, en condiciones extremas de aislamiento y tortura, de las que emergió fortalecido y con una convicción renovada por la justicia social.
Tras la dictadura, Mujica se integró a la vida política democrática. Fue elegido diputado en 1994, senador en 1999 y, finalmente, presidente de Uruguay en 2010, cargo que ejerció hasta 2015 tras obtener casi el 55% de los votos. Su estilo de vida austero y su discurso directo lo convirtieron en un referente ético y moral dentro y fuera de su país. Vivía en su chacra de Rincón del Cerro, conducía un viejo Volkswagen y donaba la mayor parte de su salario presidencial. Mujica fascinó al mundo por su sencillez, su defensa de la sobriedad y su crítica al consumismo: “Cuanto más tenés, menos feliz sos”, solía advertir.
En los últimos años, Mujica luchó contra un cáncer de esófago que luego hizo metástasis en el hígado. A principios de enero de este año, anunció públicamente que no continuaría con el tratamiento y pidió que le permitieran descansar: “Ya terminó mi ciclo. Sinceramente, me estoy muriendo y el guerrero tiene derecho a su descanso”. Fiel a su estilo, rechazó los homenajes y pidió ser enterrado en su chacra, junto a su perra Manuela.
El legado de José Mujica trasciende las fronteras de Uruguay. Fue símbolo de resistencia, humanidad y justicia social. “Gasté soñando, peleando, luchando. Me cagaron a palos y todo lo demás. No importa, no tengo cuentas para cobrar”, confesó en una de sus últimas entrevistas, dejando claro que su vida fue, ante todo, una apuesta por la dignidad y la esperanza. Hoy, América Latina despide a uno de sus líderes más queridos y auténticos.