Entre la anécdota y la utilidad, entre el gesto entrañable y la innovación social, asoma una idea que podría cambiar la forma en la que las ciudades implican a sus mayores en la vida comunitaria. ¿Y si los jubilados pamploneses, con su experiencia, conocimiento del terreno y tiempo disponible, se convirtieran en colaboradores activos del Ayuntamiento en la supervisión de obras municipales?
En Italia, lo que durante décadas ha sido un gesto espontáneo y entrañable se ha convertido en política municipal. El Ayuntamiento de Villasanta, en la región de Lombardía, ha decidido profesionalizar la figura del “umarell”, ese jubilado que, manos cruzadas a la espalda, observa con ojo crítico cualquier obra pública del barrio. Ahora, lejos de ser solo un espectador, el umarell se convierte en colaborador oficial del municipio.
La iniciativa, impulsada por el alcalde Lorenzo Galli, ha reclutado a ocho jubilados —todos con formación técnica y titulación universitaria— para supervisar obras, parques y calles. Su labor va más allá de la mera curiosidad: informan sobre el avance de los trabajos, el estado del mobiliario urbano y posibles incidencias. Aunque no reciben salario, están registrados como voluntarios cívicos y cuentan con seguro municipal.
En Pamplona la idea podría tener un impacto real en la gestión urbana, la cohesión social y el bienestar de las personas mayores.
Ojos atentos en las calles
La idea parte de una realidad evidente: muchos mayores observan con detalle y aportan ideas sobre lo que ocurre en sus barrios. Convertir esa observación pasiva en una participación estructurada podría tener múltiples beneficios. Retrasos, incidencias o problemas de accesibilidad en aceras, calles y obras públicas podrían detectarse con mayor rapidez gracias a esa red de 'supervisores ciudadanos'.
Más allá de su utilidad práctica, la medida tendría un importante valor humano. Participar activamente en la vida pública ayuda a combatir la soledad, refuerza el sentimiento de pertenencia y da sentido a la experiencia vital acumulada. Ejemplos como la Red de Mayores de Pamplona o el voluntariado en barrios como San Juan demuestran que existe interés y capacidad por parte de este colectivo.
Tampoco la idea es tan irreal, por ejemplo en la pasada campaña electoral, el entonces candidato de Geroa Bai, Koldo Martìnez ya planteó recuperar la figura de los 'serenos' como agentes de proteccion civil en los barrios o calles concretas, ayudando a Policía Municipal.
Diálogo entre generaciones
Impulsar la figura del jubilado supervisor podría, además, fomentar la integración intergeneracional. Jóvenes y mayores podrían colaborar en la transformación del entorno urbano, compartiendo perspectivas, historias del barrio y aprendizajes. El resultado: una ciudad más cohesionada y participativa.
Pamplona cuenta ya con una sólida estructura de participación de personas mayores: centros de día, apartamentos colaborativos, consejos municipales, asociaciones vecinales... Iniciativas como “Pamplona te Cuida” podrían integrar esta nueva figura en su red de voluntariado. Sería un paso más allá: un guiño a la tradición local y un salto hacia formas innovadoras de implicación ciudadana.
¿Y si se extendiera a Navarra?
La propuesta no tendría por qué quedarse en la capital. Localidades como Barañáin, Berriozar o Estella-Lizarra, con un fuerte tejido asociativo y experiencia en participación ciudadana, podrían sumarse. En muchos municipios, las asociaciones de mayores ya colaboran con ayuntamientos en acciones comunitarias, incluso simbólicas, relacionadas con el espacio público.
Una imagen que podría hacerse real
¿Veremos pronto a nuestros “umarells” con chaleco oficial, cuaderno de notas y formación básica en accesibilidad urbana, observando con mirada crítica el avance de una acera? La escena, que hoy puede parecer simpática, podría convertirse en una herramienta útil de gobernanza urbana. El debate está sobre la mesa, y Pamplona, quizás, está más preparada de lo que parece.