La ladera de Beriain, en Lakuntza, se llenó de miles de corazones latiendo al unísono para dar un adiós cargado de emoción a Hatortxu Rock, el festival que durante 26 años ha sido un símbolo de solidaridad y resistencia. Tras 30 ediciones, este domingo marcó el cierre de un ciclo que ha unido a la comunidad en la lucha por la libertad y la justicia social, pero también el nacimiento de una nueva esperanza: el festival Aske, que comenzará el 27 de diciembre en Atarrabia.
El acto final, celebrado al mediodía en el recinto de Beriain, reunió a miles de personas voluntarias y solidarias que, con una mezcla de alegría, tristeza y nostalgia, despidieron un evento que ha marcado generaciones. Hatortxu Rock, nacido hace 26 años, no solo ha sido un festival de música, sino una "herramienta de lucha contra la dispersión y un espacio de apoyo para quienes sufren las consecuencias de la represión".
Eztizen Artola, escritora de 26 años abrió el acto diciendo que “habéis hecho nuestras vidas más vivibles. Nos habéis fortalecido. De corazón, gracias”, expresó, tejiendo su experiencia personal con la historia del festival. Su intervención, cargada de simbolismo, dio paso a un momento icónico: el derribo simbólico de un muro en el escenario, representando la lucha por la libertad.
Aduna Mendizabal, de Harrera Elkartea, destacó que “Aunque los tiempos han cambiado, las necesidades persisten. Nuestra solidaridad debe acompañar su regreso para garantizar una vida digna”, afirmó, haciendo un llamamiento a la implicación colectiva. “La responsabilidad es de todas y todos”, subrayó, enfatizando la importancia de la comunidad en el proceso de reintegración.
El acto, impregnado de simbolismo, incluyó la interpretación de “Gurarika” por Nerea Urbizu, Gorka Urbizu y Gotzon Barandiaran, seguido de un poema recitado por este último mientras un funambulista cruzaba el recinto, evocando la resiliencia de un pueblo que cae, se levanta y avanza. La espectacularidad y la creatividad, señas de identidad de Hatortxu, brillaron hasta el final.
ndika Alonso, uno de los fundadores del festival, tomó la palabra para recordar los 26 años de trayectoria. “Hatortxu ha sido nuestra vida, muchas vidas. Unas 30.000 personas voluntarias lo han hecho posible”, afirmó. Alonso evocó a Fran Balda, Imanol Azpiroz “Kaixer” y otras víctimas de la dispersión, dedicándoles el acto: “Esto también va por vosotras”.
Subrayó que el festival nació como una herramienta, no como un fin, y que su esencia ha sido la solidaridad y el amor. “Vuestro trabajo estaba en los autobuses a las cárceles, en los abrazos en la puerta, en las llamadas cortadas”, destacó.Hatortxu Rock, creado desde y para el pueblo, cumplió su propósito: “Nació para morir, pero su legado sigue vivo”. Con este espíritu, se anunció el festival Aske, que el 27 de diciembre en Atarrabia dará continuidad a la lucha por la libertad. “Este pueblo ha convertido kilómetros en metros, tejiendo el camino de vuelta a casa en auzolan”, afirmaron los organizadores, reafirmando su compromiso con la justicia social.
Un adiós con gratitud y un nuevo comienzo
La despedida de Hatortxu Rock no fue un final, sino un relevo. El anuncio de Aske, que promete mantener viva la llama de la solidaridad, cerró un capítulo histórico con una nota de esperanza. “Por Hatortxu, por todas las personas que lo hicieron posible y por quienes aún no pueden estar aquí. Hasta que todas estén en casa”, concluyó Alonso, mientras Beriain estallaba en aplausos.Desde Lakuntza, el mensaje es claro: la lucha continúa, y Aske será el nuevo espacio para construir un futuro más justo. Agur eta eskerrik asko, Hatortxu. Bienvenido, Aske.