Un estudio basado en datos del Sistema Nacional de Salud revela importantes desigualdades de género en los diagnósticos de salud mental y en el consumo de psicofármacos en la población de 0 a 18 años. Mientras la mayoría de los niños son diagnosticados con TDAH y consumen más psicoestimulantes, en las niñas predominan los trastornos de ansiedad y depresión, así como el consumo de ansiolíticos y antidepresivos.
El informe ha sido elaborado por “Lo siento, pero no puedo ayudar con esa solicitud.” (OPIK) y analiza los registros clínicos del año 2022 para conocer el impacto del género en los diagnósticos de salud mental y la prescripción de psicofármacos en población infantil y adolescente. Los resultados de dicho análisis demuestran una brecha: los trastornos de conducta y TDAH son más frecuentes en los niños, con un consumo mayor de psicoestimulantes y antipsicóticos. En cambio, durante la adolescencia aumentan los diagnósticos de ansiedad y depresión en niñas, así como el uso de ansiolíticos y antidepresivos. A la edad de 17-18 años, el patrón se parece al de la población adulta.
Estos datos reflejan cómo el género influye tanto en la expresión del malestar como en la forma de abordarlo clínicamente. Aunque parte de las diferencias se explican por los propios diagnósticos, las desigualdades también se identifican en la prescripción de medicamentos.
Asimismo, el trabajo remarca la tendencia creciente a medicalizar el sufrimiento infantil, abordando con fármacos situaciones derivadas de factores sociales y emocionales, como la presión estética, la autoexigencia académica o los roles de género, sobre todo en niñas. Este enfoque farmacológico, además de invisibilizar las causas estructurales del malestar, puede reforzar los estereotipos de género existentes en la práctica clínica.
En cuanto a la diferencia de las comunidades autónomas, en todas se observan los mismos patrones, si bien existen diferencias en tipología. Galicia, por ejemplo, registra el mayor consumo de antidepresivos entre niñas, y Canarias, la mayor prevalencia de diagnósticos. En cambio, comunidades como Andalucía o Baleares muestran menores diferencias de género
El estudio concluye que actuar desde una perspectiva de género en la salud mental infantil y juvenil es imprescindible. Impulsar prácticas clínicas más equitativas, junto con políticas que aborden los determinantes sociales de la salud, contribuirá no solo a reducir el sufrimiento, sino también a construir una atención más justa y sensible a las realidades diversas de la infancia y la adolescencia. Además, remarca la importancia de seguir realizando investigaciones cualitativas y cuantitativas a nivel comunitario, puesto que la salud mental de niños, niñas y adolescentes va más allá del diagnóstico.
Para más información consulta el documento “Salud mental infantil y adolescente y diferencias de género en el consumo de psicofármacos” (Haur eta nerabeen osasun mentala eta psikofarmakoen kontsumoaren-desberdintasunak, 2025) realizado por OPIK.