¿Alguna vez le ha costado más escoger una película o una serie en una plataforma de streaming que ver directamente algo? ¿O le ha dado muchas vueltas antes de comprar un producto online solo para seguir dudando después? En una sociedad con más posibilidades que nunca, elegir se ha convertido en una fuente de ansiedad: lo que en principio parecía una ventaja puede acabar siendo una carga.
La psicología lo define como la “paradoja de la elección”: cuantas más opciones hay, más difícil es decidir… y menos satisfacción genera la decisión tomada.
Este fenómeno fue descrito por el psicólogo Barry Schwartz, quien propuso que el exceso de libertad puede tener efectos adversos sobre el bienestar. En lugar de hacernos más felices, una abundancia de opciones tiende a bloquear, frustrar y provocar la sensación persistente de que se podría haber elegido mejor.
Cuando elegir se convierte en problema
Un estudio clásico de Sheena Iyengar y Mark Lepper demostró que ante una variedad de 24 sabores de mermelada frente a solo 6, los consumidores eran menos propensos a comprar. La sobrecarga de alternativas no solo complica la decisión, también reduce la satisfacción con lo elegido.
Este patrón no se limita al consumo. También se observa en decisiones vitales, desde la elección de estudios hasta relaciones personales. En contextos universitarios y profesionales, el exceso de opciones puede generar una sensación de parálisis, dudas constantes y miedo a equivocarse.
Dos estilos ante la toma de decisiones
La psicología ha identificado diferentes estilos de afrontamiento ante la toma de decisiones. Entre ellos, los dos más estudiados son el perfil del maximizer y el del satisficer. Esta distinción fue formalizada en un influyente estudio publicado en Journal of Personality and Social Psychology.
Maximizers: en busca de la opción perfecta
Las personas con un estilo maximizer tienden a buscar siempre la mejor opción posible. Evalúan muchas alternativas, comparan exhaustivamente, investigan a fondo y posponen decisiones en busca de una elección óptima. Aunque este comportamiento puede parecer racional o ambicioso, en la práctica suele asociarse a consecuencias negativas para el bienestar emocional.
El estudio citado mostró que los maximizers:
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Experimentan más ansiedad y estrés durante el proceso de decisión.
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Son más proclives a rumiar y arrepentirse después de decidir.
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Suelen tener niveles más bajos de satisfacción con las decisiones tomadas, incluso cuando el resultado es objetivamente bueno.
Además, otras investigaciones han asociado este perfil a síntomas depresivos, especialmente cuando las decisiones se toman en contextos complejos o inciertos.
Satisficers: cuando “suficientemente bueno” es suficiente
En contraste, el estilo satisficer se basa en elegir una opción que cumpla criterios personales mínimos o razonables, sin necesidad de compararla con todas las demás. Estas personas no buscan lo perfecto, sino algo que encaje con sus necesidades o valores.
Según la misma investigación, los satisficers:
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Deciden más rápido.
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Sufren menos arrepentimiento.
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Se sienten más satisfechos con sus elecciones.
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Tienen una mayor estabilidad emocional tras la toma de decisiones.
El estilo satisficer no implica conformismo, sino un enfoque más funcional y adaptativo. Como señalan otras investigaciones, estas personas tienden a conservar recursos cognitivos y emocionales, lo que les permite enfrentar mejor la incertidumbre y reducir la fatiga a la hora de tomar decisiones.
Estilos que importan
La diferencia entre ambos perfiles no solo influye en cómo se decide, sino en cómo se vive el proceso y sus consecuencias. El estilo maximizer puede ser útil en contextos técnicos o decisiones de alto riesgo, pero su aplicación constante en la vida diaria –donde muchas veces no existe una opción claramente “mejor”– puede deteriorar el bienestar psicológico.
Por el contrario, adoptar una actitud satisficer permite tomar decisiones con más tranquilidad, asumiendo que ninguna será perfecta, pero muchas pueden ser válidas. En tiempos de sobreabundancia de opciones, este enfoque parece más sostenible emocionalmente.
¿Dónde aparece la trampa?
La paradoja de la elección se manifiesta en múltiples aspectos de la vida cotidiana:
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Streaming y ocio digital: el menú interminable de series, películas o canciones puede provocar fatiga y disfrute reducido.
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Compras online: miles de alternativas para un mismo producto generan confusión, dudas y arrepentimiento posterior.
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Relaciones interpersonales: la ilusión de infinitas posibilidades en apps de citas puede dificultar el compromiso y aumentar la insatisfacción.
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Elecciones profesionales o académicas: la abundancia de caminos posibles genera indecisión, temor al error y bloqueo psicológico.
Consecuencias psicológicas del exceso de opciones
Elegir entre muchas alternativas exige recursos cognitivos y emocionales. A mayor número de opciones, mayor probabilidad de experimentar ansiedad anticipatoria, dudas persistentes, arrepentimiento posterior a la decisión, disminución del placer con lo elegido y fatiga mental.
Además, en contextos de presión social o autoexigencia elevada, esta dificultad se agrava. La sensación de que “todo depende de una elección correcta” puede derivar en estrés crónico o evitación.
El fenómeno de la fatiga decisional ha sido descrito también en el ámbito clínico. Algunos estudios muestran cómo el esfuerzo mental acumulado por tomar muchas decisiones reduce la capacidad de autocontrol y aumenta la vulnerabilidad al estrés.
¿Cómo protegerse? Estrategias para elegir mejor
Desde la psicología aplicada, se han propuesto diversas estrategias para reducir el impacto negativo de la sobreabundancia de opciones:
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Reducir voluntariamente el número de alternativas. Crear filtros previos ayuda a focalizar la atención y agilizar la toma de decisiones.
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Aceptar la imperfección. Asumir que toda elección implica renuncias y que no existe la opción perfecta permite decidir con menos carga emocional.
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Decidir en base a valores personales, no a expectativas externas o modas, aumenta la satisfacción con la decisión tomada.
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Practicar la autocompasión. Ser menos duros con uno mismo tras decidir reduce el arrepentimiento y el malestar.
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Automatizar decisiones menores (ropa, desayuno, rutinas diarias) puede liberar energía mental para lo realmente importante.
Elegir menos, vivir mejor
En un contexto cultural que asocia libertad con cantidad, puede parecer contradictorio que reducir opciones aumente el bienestar. Sin embargo, numerosos estudios lo confirman: un exceso de alternativas genera ruido, fatiga y frustración.
Apostar por una toma de decisiones más simple, más conectada con lo personal y menos centrada en encontrar lo “óptimo” puede ayudar a mejorar la salud mental y la calidad de vida. En este sentido, elegir menos no es conformarse, sino decidir con más sentido.
Oliver Serrano León, Director y profesor del Máster de Psicología General Sanitaria de la Universidad Europea de Canarias, Universidad Europea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.