La madrugada del domingo, Estados Unidos ejecutó ataques aéreos sobre tres instalaciones nucleares en Irán, marcando su intervención militar más directa en el país persa en décadas y un dramático giro en la crisis regional que enfrenta a Israel e Irán. El presidente Donald Trump anunció la operación en su red social Truth Social, destacando que “todas las aeronaves han salido del espacio aéreo iraní” y que “una carga completa de bombas fue desplegada sobre la principal instalación, Fordow”.
Los bombardeos estadounidenses se dirigieron contra los sitios nucleares de Fordow, Natanz y una instalación cerca de Isfahán, todos ellos considerados pilares del programa nuclear iraní. Según funcionarios estadounidenses citados por The New York Times, se utilizaron bombas “bunker buster” de 13.600 kilogramos, diseñadas para destruir instalaciones subterráneas altamente protegidas como la de Fordow. La acción, coordinada con Israel tras más de una semana de ataques israelíes a Irán, buscó debilitar la capacidad de Teherán para enriquecer uranio y, según Washington, impedir el desarrollo de armas nucleares.
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) June 22, 2025
La decisión de intervenir militarmente fue tomada tras intensas presiones de Israel y de congresistas republicanos, quienes vieron en este momento una oportunidad para degradar de forma permanente el programa nuclear iraní. El presidente Trump, que había prometido evitar nuevas guerras, justificó el ataque como una medida para “restaurar la paz”, aunque la administración estadounidense reconoce que la represalia iraní es inminente.
Riesgos de escalada y reacción internacional
El Pentágono ha elevado la alerta en todas sus bases en Oriente Medio ante la posibilidad de ataques de represalia por parte de Irán, que ha prometido responder y ampliar el conflicto.Estados Unidos ha reforzado su presencia militar en la región, desplegando cazas adicionales, portaviones y sistemas de defensa antimisiles, mientras que el estrecho de Ormuz se perfila como un posible punto crítico.
El director de la Agencia Internacional de Energía Atómica, Rafael Grossi, ha convocado una reunión de emergencia y alertó sobre el peligro de atacar instalaciones nucleares civiles, advirtiendo que un bombardeo sobre la planta de Bushehr podría liberar radiactividad a gran escala. Por ahora, ni EE.UU. ni Israel han atacado reactores nucleares comerciales, centrándose en instalaciones de enriquecimiento y laboratorios asociados al programa militar.
Consecuencias políticas y humanitarias
La intervención estadounidense ha reavivado el temor a una guerra regional de gran escala. El conflicto, iniciado por Israel el 13 de junio con ataques sistemáticos a infraestructuras militares y nucleares iraníes, ya ha dejado más de 650 muertos en Irán, incluidos cientos de civiles, y miles de heridos, según organizaciones de derechos humanos citadas por AP News. Irán, por su parte, ha lanzado centenares de misiles y drones contra Israel, provocando decenas de víctimas y daños materiales.
En el plano político interno, la decisión de Trump ha generado divisiones en el Partido Republicano y críticas por la falta de consulta al Congreso antes de autorizar una acción militar de tal magnitud.
Un momento decisivo
La entrada directa de Estados Unidos en la guerra entre Israel e Irán representa un punto de inflexión con consecuencias imprevisibles para la estabilidad de Oriente Medio y la seguridad global. Mientras Washington afirma que busca “restaurar la paz”, la región se prepara para una posible escalada que podría afectar no solo a los países involucrados, sino también al suministro energético mundial y a la seguridad internacional.
Como señaló The New York Times, “la decisión de bombardear Irán ha inyectado a EE.UU. en la guerra de Israel contra el país, y ahora se prepara para la represalia iraní”. El mundo observa con preocupación el desenlace de esta nueva y peligrosa fase del conflicto.