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OPINIÓN: La apolítica del genocidio

Opinión: Zintzo Martínez Elorrieta

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De un tiempo a esta parte cierto sector de la clase trabajadora se declara apolítica. Nos dicen que nada que no tenga que ver con lo estrictamente laboral nos concierne. Son los apolíticos, hablan de neutralidad. Colectivos como NASAF y Yala recientemente solicitan a la Comisión de Personal de Osasunbidea, con el apoyo de LAB y ELA, que se definan con respecto al genocidio en Palestina y eso nos dicen.

En la historia, la clase trabajadora consciente tiene una perspectiva más global de lo que nos concierne o no, porque, entre otras cosas, es internacionalista. Consciente de que en las guerras son los obreros los que van a luchar a los frentes, también anti-belicista; y hoy en día, a sabiendas de que los ejércitos modernos, los que asesinan niños con drones por puro divertimento, son maquinarias que sustraen de los servicios sociales, pacifista y anti-militarista. La extorsión de los gastos militares, por cierto, nos viene vía declaración la renta y se prohíbe la objeción de conciencia.

Estas y otras cuestiones sociales, dicen, no tienen que ver con nuestras problemáticas laborales, “no metáis la política”. Cuando alguien se declara apolítico produce desconfianza. Los apolíticos pueden ser peligrosos para las reivindicaciones sociolaborales, pues las paralizan frente a la política de los poderosos. Algunos elementos “apolíticos” son personas muy individualistas, de las que no te puedes fiar en lo laboral, insolidarios. A pesar de que puedan incluso estar en colectivos, carecen de toda actitud de cooperación que no cubra sus más estrictos intereses personalistas. Te pueden incluso hablar de huelga, pero mirarán primero su bolsillo antes de sumarse a cualquier protesta. Entre estos elementos, para colmo, los hay más listos que nadie, jactanciosos y, en el fondo, producto de la ideología de las élites de poder. Los obreros de derechas de toda la vida que siguen de forma simple el discurso de que debemos mantenernos ajenos … precisamente de la política de las élites que hacen y deshacen a su antojo. Entre aquellos, algunos elementos autoritarios, poco dados al diálogo, mal educados, de frases cortas… ni en mil años entenderían el concepto de alienación; mientras sabemos que son fruto, tal vez, de la mayor de las alienaciones, la de ser los “listillos” útiles al sistema. Elementos a veces carentes de formación, enchufados a los mass-media, para quienes dos argumentos seguidos ya son una pesadez. No son el enemigo de clase, pero lo parecen.

Otros apolíticos realmente tóxicos son los conocidos quejicas; todo el día protestando al compañero de al lado, pero poco o nada al jefe cuando toca. Entre estos, algunos de los llamados “pelotas”. Algunos te dicen: “no vais a conseguir nada”, son los nihilistas; suelen ser pocos, pero contagian su negatividad y parecen tener fuerza, bajan la moral de la gente. Algunos anti-políticos son inquietantes, crean desavenencia y desunión. Parecen como de otra época; los censores groseros recuerdan a los kapos de los campos de concentración. 

Los apolíticos profesionales medran a costa del malestar social. Hablan del posibilismo, de las reivindicaciones posibles (IPC y poco más) pero al igual que los otros apolíticos procuran sostener y mejorar sus posiciones en los centros de trabajo. ¿Son estos los de la Comisión de Personal? A diferencia de otros apolíticos, en el fondo, sí saben que las condiciones socioeconómicas de la clase trabajadora están mediatizadas por la política; pero quieren hacernos creer, con cierta dosis de cinismo condescendiente, que lo laboral pertenece a una isla sin conexiones de poder. Su apolítica parece actuar para desconcienciar y desideologizar; son tan lastre para avanzar como la masa acrítica que los secunda. La neutralidad, o sea, “no te pagan para pensar”, obedece a la función de evitar percibir el papel global que desempeña la clase obrera en el proceso total de producción, o, evitar “morder la mano del amo que te da de comer”, a quien se le debe suponer que sabe lo que hace por todos.  Dado que la información sobre el genocidio no es, según ellos, algo institucional, podrían quitar carteles de la masacre en un centro de salud sin miramientos.

Pero la apolítica más nociva, y, en cierto sentido más alienante, es la de la carencia de empatía solidaria. Este parece el caso. Asesinan a nuestros compañeros sanitarios, celadores, técnicos de enfermería, personal de enfermería, médic@s y pediatras…, arrasan con hospitales o practican la inanición de la población como arma de guerra, y, son incapaces de unos mínimos humanos, de un poco de compasión. Es precisamente este enfriamiento emocional el que nos deja atónitos. Pero, si los escuchamos con atención, nos damos cuenta que, en realidad, se hacen eco de malestares con raíces socioeconómicas, y, sus discursos, en ocasiones, son en cierta medida calco del de las élites de poder. Netanyahu, Trump, la OTAN, VOX, Adanero, PSOE-F.Gonzalez & Cía necesitan sostener el relato de la guerra particular, justa y necesaria, de la defensa de los estados representantes de los valores occidentales…, de la neutralidad “apolítica” por encima de la firme defensa de los derechos humanos convertidos en ideas sectarias y particulares. 

Efectivamente los derechos humanos hoy en día, a la luz obscena de un Genocidio consentido por la mayoría de los poderes del mundo, son una reivindicación profunda y radicalmente política, donde el ser humano, social y político, se sitúa en el centro. La historia, en principio, nos había enseñado la importancia de la humanidad compartida; en la Alemania Nazi, en Hiroshima y Nagasaki, en Ruanda, en la liquidación estalinista o en tantas otras barbaridades del pasado. 

Es un deber racional no convertirnos en idiotas morales indiferentes, seguir siendo conscientes de nuestro papel en el mundo. ¿Son Vds., miembros de la Comisión de Personal del Departamento de Salud del Gobierno de Navarra, de éstos? Por favor, despierten. Les necesitamos.   

Zintzo Martínez Elorrieta

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