La Catedral de Pamplona acogió este lunes el tradicional acto del Privilegio de la Unión,con homenaje en la catedral y finalmente baile de los Gigantes en el interior del tempo, en el que el arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, Florencio Roselló, apeló a la reconciliación, el diálogo y la unidad como claves para afrontar los retos de la sociedad actual.
En presencia de la presidenta del Gobierno foral, el presidente del Parlamento y el alcalde de Pamplona, Roselló recordó que este año coinciden varios aniversarios: los 2.100 años de la fundación de la ciudad por Pompeyo, los 602 años del Privilegio de la Unión y los 600 años de la muerte de Carlos III el Noble, impulsor de aquel pacto histórico que unificó los burgos de la capital navarra.
El prelado subrayó que el Privilegio de la Unión fue mucho más que un decreto real: representó un ejercicio de escucha y diálogo que puso fin a los conflictos entre los tres burgos medievales, creando una nueva Pamplona unificada y en paz. “Se arrancaron las mugas internas y se dejó paso a un gobierno único de la ciudad”, evocó.
Roselló advirtió del riesgo de retroceder seis siglos y volver a levantar muros “en una sociedad cada vez más polarizada”. Frente a ello, reivindicó el espíritu del rey Carlos III, que “puso sus energías al servicio de la unión y la concordia” y entendió que la reconciliación exigía una dimensión espiritual: “Habemos procedido en nombre de la Santa Trinidad…”.
El arzobispo defendió que la conmemoración no se quede en un mero protocolo, sino que sirva para fortalecer una Pamplona plural, democrática y solidaria. “En mí no encontrarán muros, sino diálogo, escucha y compromiso por una ciudad más justa”, aseguró.
Roselló concluyó citando a San Agustín, cuya máxima —“Unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso y, en todo, caridad”— resumió, dijo, el mensaje que debe guiar tanto a instituciones como a ciudadanía.