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Todos lo hacen, pocos lo reconocen: el oscuro impacto del porno en los jóvenes

Cada vez más adolescentes españoles muestran signos de consumo problemático de pornografía

  • Consumo pornografia, gráfico
  • Expertos alertan de un fenómeno silencioso que afecta a la salud mental juvenil

“Estamos viendo cómo muchos jóvenes pasan de consumir pornografía gratuita a destinar parte importante de su dinero a suscripciones o a pagar por vídeos exclusivos. La lógica del ‘si no lo veo, me lo pierdo’ es la misma que engancha en otras adicciones digitales, como los videojuegos o las redes sociales. Solo que en este caso el refuerzo es sexual, lo cual lo hace todavía más potente”.

Así lo explica Adrián Gallardo, director terapéutico de Esvidas, una red de centros especializados en el tratamiento de adicciones con presencia en toda España. Su diagnóstico es claro: el consumo de pornografía entre adolescentes ya no es solo una cuestión de moral, sino de salud pública.

Un clic, una adicción

El acceso ilimitado a contenidos pornográficos ha cambiado radicalmente la forma en que los jóvenes se relacionan con la sexualidad. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, más del 70 % de los jóvenes españoles de entre 14 y 18 años ha consumido pornografía en el último año. Lo que antes era un tabú escondido tras un videoclub o una revista, hoy está a un clic de distancia.

Las plataformas sociales han multiplicado el alcance de este fenómeno. Perfiles en Instagram, TikTok o Twitter funcionan como escaparates para contenidos sexualizados que derivan en suscripciones a servicios como OnlyFans, donde el usuario paga por acceder a vídeos o interacciones personalizadas. “Es el FOMO aplicado al porno”, resume Gallardo, en referencia al miedo a quedarse fuera que caracteriza muchas adicciones digitales.

El precio oculto del placer inmediato

Un estudio reciente de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) asocia el uso problemático de pornografía con mayores niveles de ansiedad, depresión y aislamiento. También con una mayor probabilidad de desarrollar otras conductas adictivas, desde el abuso de alcohol hasta la adicción a internet o los videojuegos.

“Cada vez vemos más casos en consulta de jóvenes y adultos que llegan con un sentimiento de culpa y vacío muy profundo asociado al consumo de pornografía. Muchos de ellos han perdido la capacidad de disfrutar de una relación sexual real porque su cerebro ha sido entrenado para responder únicamente a estímulos artificiales y extremos”, explica Gallardo.

En los adolescentes, el impacto es especialmente grave: la pornografía actúa como su primera fuente de educación sexual, desplazando a la escuela o la familia. El resultado es una percepción distorsionada del deseo, del consentimiento y del respeto.

De hábito a adicción

No todo consumo de pornografía es problemático, pero los especialistas advierten de una línea peligrosa. Cuando la persona pierde el control sobre su conducta, cuando el impulso domina la voluntad y el consumo afecta a su vida social, emocional o académica, estamos ante una adicción.

El cerebro, explican los expertos, reacciona ante la pornografía como lo haría ante una droga: libera dopamina, refuerza la conducta y exige dosis crecientes de estímulos. Con el tiempo, el umbral del placer se eleva y las experiencias reales pierden intensidad.

Consecuencias invisibles

A diferencia de otras adicciones, la del porno no deja señales físicas ni consecuencias inmediatas. No hay resacas ni accidentes, pero sí heridas emocionales profundas:

  • Dificultades para mantener relaciones íntimas sanas.

  • Aislamiento social y pérdida de motivación.

  • Descenso del rendimiento académico o laboral.

  • Síntomas de ansiedad, culpa y vergüenza.

“Uno de los grandes retos es que la sociedad todavía no reconoce el consumo problemático de pornografía como una adicción. Esto hace que muchas personas no busquen ayuda hasta que el daño es muy grande”, advierte Lucía Fronteriz, trabajadora social de Esvidas.

Prevenir antes que prohibir

Desde Esvidas insisten en que la solución no pasa por la censura, sino por la educación y el acompañamiento.

  • Educación afectivo-sexual realista: que hable de respeto, consentimiento y emociones, no solo de biología.

  • Detección temprana: familias y docentes deben estar atentos a signos como el aislamiento o el uso excesivo de pantallas.

  • Tratamiento multidisciplinar: psicólogos, médicos y trabajadores sociales colaboran para restaurar el equilibrio emocional y recuperar la autoestima.

  • Apoyo familiar: la comprensión y el acompañamiento sin juicios son claves para la recuperación.

Una llamada a la conciencia social

El consumo de pornografía sigue siendo una de las adicciones más invisibles. Mientras el alcohol, el tabaco o el juego ocupan espacios de prevención institucional, el porno continúa siendo un tema envuelto en silencio y vergüenza.

Sin embargo, los expertos coinciden: el impacto es real y creciente. “Necesitamos hablar de esto sin tabúes, con la misma naturalidad con la que hablamos de otras adicciones. Solo así podremos prevenir, educar y ayudar”, concluye Gallardo.

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