La asociación A.U.P.A – Autónomos Unidos para Actuar, que representa a miles de trabajadores por cuenta propia en toda España, ha alzado la voz para denunciar una situación que, aseguran, se vuelve cada vez más insostenible. “Los autónomos no somos el saco roto del Estado”, proclaman, en un mensaje que busca poner en el centro del debate la carga creciente que soporta el colectivo.
Desde la organización recuerdan que no se oponen a las mejoras laborales de los asalariados, pero insisten en que no pueden ser los autónomos quienes paguen íntegramente el precio de esas reformas. “Queremos que los trabajadores por cuenta ajena estén mejor, pero el Estado debe asumir su parte. No se puede seguir cargando todo sobre los mismos”, subrayan.
A.U.P.A advierte de que, con cada nueva norma o subida aprobada, el pequeño empresario ve reducidos sus márgenes hasta el límite. Las subidas del salario mínimo o la reducción de la jornada laboral, explican, acaban traduciéndose en más horas sin retribución, más responsabilidad y más esfuerzo personal. Mientras tanto, las ayudas siguen sin llegar y las diferencias con los trabajadores asalariados se agrandan. “Cuando un empleado disfruta de un permiso por fallecimiento, el autónomo no tiene ni un solo día retribuido. Si enferma o necesita parar, nadie cubre su ausencia. Simplemente deja de ingresar”, lamentan.
El malestar ha crecido especialmente ante la propuesta del Gobierno de incrementar las cuotas de autónomos en 2026, con subidas que podrían alcanzar hasta los doscientos euros mensuales. Según los datos difundidos por la asociación, quienes menos ganan son los que más pagan en proporción. “Es un sistema profundamente injusto. No es progresivo, es regresivo. El pequeño autónomo soporta el doble de esfuerzo que quien tiene ingresos altos”, denuncian.
Para A.U.P.A, el problema de fondo está en una legislación que “trata a todos los autónomos como si fueran iguales”. Denuncian que no se distingue entre el profesional que trabaja solo, el que mantiene a tres empleados o la microempresa que apenas llega a cubrir gastos. “Las obligaciones y sanciones son las mismas para todos, pero las realidades son completamente distintas. Es un error de base que demuestra un profundo desconocimiento de cómo funciona nuestro tejido económico”, critican.
La asociación también quiso recordar el papel esencial del autónomo en la vida de los barrios. “Somos quienes abrimos la persiana cada mañana, los que damos luz, movimiento y cercanía a las calles. Cuando una panadería o un taller cierra, no desaparece solo un negocio: se apaga una parte del barrio”. Desde A.U.P.A alertan de que, si la situación no cambia, muchas ciudades podrían convertirse en “barrios fantasma”, sin comercio local, sin vida ni comunidad.
“Los autónomos hemos sostenido la economía de proximidad durante décadas, dinamizando barrios, generando empleo y manteniendo servicios en zonas rurales”, recuerdan. “Pero estamos al límite. No pedimos privilegios, pedimos justicia, proporcionalidad y respeto”.
El colectivo insiste en que su reivindicación no busca confrontación, sino equilibrio. “Queremos que se reconozca nuestro esfuerzo y se legisle con los pies en la tierra, viendo la realidad de quienes día a día sacan adelante sus negocios sin apenas ayudas ni descanso”, concluyen desde A.U.P.A.