Presentación Estudio "Navarra.Jóvenes y derechos digitales" de la Fundación Hermes

En la presentación han intervenido Beatriz Escriña, subdirectora general de Fundación Hermes, Luisa Alli, directora general, e Ignacio Urquizu, de Metroscopia

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Montmartre; una feria digital para coleccionar pintura, fotografía y escultura con calma

Montmartre se presenta como una feria cien por cien digital, sí, pero su corazón late en obras tangibles: pintura, fotografía, escultura y soportes...

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Montmartre se presenta como una feria cien por cien digital, sí, pero su corazón late en obras tangibles: pintura, fotografía, escultura y soportes híbridos que el coleccionista puede incorporar a su patrimonio con la misma seguridad con la que lo haría en una feria presencial. La experiencia sucede online para facilitar el acceso —visitas privadas, viewing rooms y conversación directa con el equipo curatorial—, mientras que la obra viaja al destino del comprador con documentación completa, seguro, embalaje profesional y trazabilidad desde el taller del artista hasta la pared del coleccionista. La propuesta es clara y sin estridencias: mirar con calma, comprender el sentido de cada pieza y decidir con criterio, sin perder de vista los fundamentos que dan estabilidad a una colección.

La edición reúne a Alejandro Gaxiola, Alonso Camarero, Ana Sandonis, Antonio Galvez, Ari Xen, Betrix-Art, Catalin, Cecy Lopez, Consuelo Zaballa, D.Tin, De Mateo, Elena Rafart, Elena Sánchez Calatrava, Ella Es Arte, Félix Pantoja, Fernando Lázaro, Higuera, J.A. Del Río, Jack Avalos, José Alguer, José Andrés Prieto, José Laris, José María Nezro, Lalla, Luis De Casasolaola, Luis González Palacios, Luis Lorent, Manuel Cortizo, María Begoña, Massieu, Meneses, Mili, Nono, Olga Navarro, Óscar Macías, Patricia Caldevilla Egea, Patricia Vieyra, Pau Yoez, Perla María, Rafael L. Bardají, Ramírez Mata, Reya, Sebastián Goñi, Sofía Uriarte, Sol Alcaraz y Soren7. Son artistas que trabajan desde el oficio —la materia, la luz, el gesto, el volumen— y que sostienen sus propuestas en la continuidad de una práctica, no en la moda pasajera. La curaduría, concebida para el formato digital, ordena ritmos y afinidades sin saturar: la pintura dialoga con la fotografía, la escultura abre espacio a la imagen, y el visitante puede trazar conexiones sin perderse en el ruido.

Aunque la feria se visita desde la pantalla, las obras se sienten cercanas. Cada pieza cuenta con ficha técnica precisa, certificado de autenticidad y contexto museográfico: materiales, técnicas (óleo, acrílico, técnicas mixtas, gelatina de plata, pigment print, bronce, madera, resina, cerámica), medidas exactas y, cuando corresponde, información de edición en fotografía o escultura. Para el coleccionista, esto se traduce en claridad jurídica y patrimonial: saber exactamente qué se adquiere, cómo conservarlo y cómo asegurarlo. La logística está resuelta con proveedores especializados; el embalaje es a medida y las entregas se coordinan con seguimiento en todo momento. Si la obra requiere instalación específica —un peso determinado en pared, un herraje, una peana—, la feria aporta instrucciones y asistencia técnica para que la llegada a casa o a la colección institucional sea limpia y sin contratiempos.

El valor, sin embargo, no está solo en la solvencia técnica, sino en la lectura que cada obra habilita. Montmartre favorece una mediación clara: los textos acompañan sin invadir, sitúan a los artistas en genealogías que van de la abstracción a lo figurativo expandido, de la tradición pictórica a las derivas contemporáneas de la imagen y el objeto. Se comparte proceso cuando es pertinente —bocetos, pruebas de color, moldes, tomas de contacto— para que el coleccionista entienda cómo una pieza llegó a ser lo que es. También se atiende a la sostenibilidad de carrera: coherencia de producción, exposición reciente, presencia en colecciones y un horizonte de trabajo que permite pensar en préstamos, comisariados y, llegado el caso, reventa informada.

El recorrido propone decisiones serenas. No hay urgencia artificial ni contadores de “quedan dos” que distraigan; hay tiempo para mirar, comparar y conversar. Quien lo desea puede solicitar una reunión breve para revisar obras en vivo —con escala, acabados y marcos mostrados al detalle— y recibir una recomendación honesta sobre cómo encajar cada pieza en su conjunto. Se ofrecen referencias de mercado cuando existen, sin exageraciones, y se indican alternativas equivalentes si una obra reservada no llega a tiempo. El objetivo es construir colecciones con sentido, no acumular hallazgos aislados.

Para los artistas, Montmartre es una plataforma de promoción sostenida en el tiempo: entrevistas concisas, cápsulas de estudio, reportajes fotográficos de obra y publicaciones editoriales que viajan más allá de los días de feria. Esa visibilidad, sustentada en contenidos de calidad, beneficia al coleccionismo porque refuerza la atribución, la lectura crítica y la memoria de cada adquisición. Para los coleccionistas, la promesa es simple: obras con intención, documentación impecable y una relación de largo plazo basada en el cuidado y la confianza.

En suma, Montmartre es un espacio digital que devuelve al coleccionismo su mejor ritmo: el de la mirada atenta, la conversación precisa y la adquisición bien fundada. La pantalla facilita el encuentro; la materia y el oficio hacen el resto. Quien busca pintura, fotografía o escultura capaces de sostenerse en el tiempo encontrará aquí argumentos, no slogans; certezas, no apresuramientos. Y, sobre todo, encontrará la alegría de sumar a su colección obras que, más allá del momento, siguen contando una historia.

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