Pamplona volvió a vibrar este jueves con una de esas noches que alimentan la leyenda de El Sadar. Osasuna derrotó al Sevilla por 1-0 en un partido marcado por la inspiración de Rubén García y la resistencia rojilla ante un rival que, pese a quedarse pronto con diez, vendió cara su piel en la capital navarra.
El duelo, correspondiente a la jornada 33 de LaLiga, se decantó pronto gracias a una obra de arte. Corría el minuto 25 cuando Rubén García, con la zurda afinada y la mirada de francotirador, ejecutó una falta directa que se coló por la escuadra de Nyland. El Sadar estalló y Osasuna se agarró a ese gol como quien se aferra a un sueño europeo cada vez más real.
Poco después, el Sevilla perdió a Lukebakio por una expulsión tan clara como temprana: un codazo a Catena que dejó a los de Caparrós con un hombre menos desde el minuto 32. A partir de ahí, el partido cambió de guion. Osasuna, lejos de lanzarse al ataque sin red, optó por la prudencia y el control, mientras el Sevilla se replegaba y buscaba su oportunidad a balón parado.
En la segunda parte, Vicente Moreno movió el banquillo para evitar riesgos innecesarios con jugadores amonestados. El Sevilla, herido pero no vencido, rozó el empate en un remate de Agoumé que se marchó desviado y en una estirada salvadora de Sergio Herrera en los minutos finales. Pero la noche estaba destinada a teñirse de rojillo.
El pitido final certificó la tercera victoria consecutiva de Osasuna, que alcanza los 44 puntos y se instala en la zona noble de la tabla, mirando de frente a Europa. El Sadar celebró como en las grandes ocasiones, consciente de que la frontera continental está más cerca que nunca. Para el Sevilla, en cambio, la derrota supone un nuevo golpe en una temporada de sobresaltos y sufrimiento.
Pamplona, una vez más, fue territorio osasunista. Y Europa, esta noche, parece menos lejana.