Sucedió en el Parlamento de Navarra a respuesta de una pregunta de la parlamentaria Laura Aznal sobre el despilfarro y la seguridad del embalse de Yesa. El consejero de Cohesión Territorial del Gobierno de Navarra, Óscar Chivite, afirmó que «El principal fin es garantizar la seguridad de las poblaciones navarras que están situadas aguas abajo del pantano de Yesa» y que, tras un cuarto de siglo de obras que han quintuplicado presupuesto y tiempos de finalización, las obras del recrecimiento de Yesa «no son en absoluto un despilfarro».
Pero la historia y la realidad son tozudas. Citemos tan solo media docena de ejemplos de cómo la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) y el Gobierno de Navarra (GN) han actuado ocultando y minimizando los problemas y jugando en el filo de la navaja con la seguridad de las comunidades afectadas. Afortunadamente, y de momento, estos ejemplos no han supuesto una desgracia mayúscula; tan solo una catástrofe económica, medioambiental y social.
En 2006, en la ladera izquierda, se produjo un deslizamiento de 3,5 millones de metros cúbicos de tierra que amenazó con un posible rebose. Si no es por la prensa (El Mundo, 20 de febrero de 2007) nadie hubiese sabido del peligro que se corrió aguas abajo de la presa tras semejante movimiento. La CHE no avisó, procedió a sellar las grietas y a acumular rocas a pie de deslizamiento con la esperanza de que quedase estabilizado. Desde el satélite Sentinel1 del Proyecto Copernicus para el European Ground Motion Service (EGMS) todavía se puede seguir su lento desplazamiento.
En 2013, fueron los vecinos desalojados de las urbanizaciones quienes al ver doblarse y resquebrajarse sus viviendas dieron la voz de alarma. Iban a ser apremiados a volver a sus casas «cuando la ladera fuera segura» (CHE, 2013). Tras una serie de litigios, fueron indemnizados y forzosamente expropiados. Nunca más volvieron.
En octubre de 2014 se produjo un desplome de 30.000 m³ a 60 m de la vieja presa ya levantada por el deslizamiento de 2013 y nadie avisó del problema. Lo denunciaron vecinos, lo fotografiaron para la prensa y corrió por las redes sociales. La CHE y el GN salieron del paso diciendo que era algo superficial. Argumentaron que este tipo de deslizamientos que «presumiblemente no afectarían a la estabilidad general de la ladera» eran consecuencia de desembalses rápidos o fuertes lluvias. Sin embargo, nada de eso había sucedido; el embalse estaba en fase de llenado y la época fue extremadamente seca con precipitaciones de 0 mm, lo cual se le mostró a la CHE. Ante tan contundente evidencia, finalmente se afirmó que aquel deslizamiento era un misterio: «no tenemos una causa concreta y no descartamos que puedan volver a darse nuevos episodios» (el presidente de la CHE, Raimundo Lafuente Dios, 2014).
A finales de 2019 los vecinos fotografiaron las grietas que saltaron a la prensa con el año nuevo de 2020 tras proclamar la CHE que la ladera se encontraba en equilibrio estricto, una manera de reconocer que el factor de seguridad es muy deficiente y en cualquier momento se puede desatar otro deslizamiento rápido como los comentados, porque el movimiento extremadamente lento a la sazón se reconoció por fin con un consenso científico del 100%. Como ocurrió en 2007 y 2014, la CHE procedió a tapar las grietas con la excusa de que «no eran relevantes y todas las laderas del mundo se mueven». Obviamente, las grietas volvieron a aflorar.
En octubre de 2022 supimos que, tras cuatro años, tanto la CHE como el GN tenían el informe pedido en 2018 por el Ministerio para la Transición Ecológica al Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos fechado en abril de 2021. Había permanecido año y medio a buen recaudo un dictamen cuya conclusión principal era continuar con un método observacional (ensayo y error) a pesar de no poder determinar el factor de seguridad, presumiblemente muy bajo, y ser conscientes de que actuando así se estaba sometiendo a la población a un mayor riesgo. Confiaban en que cualquier contratiempo observado fuera reversible, no obstante, la historia ha demostrado observacionalmente que no lo es: ni los vecinos volvieron a sus casas ni la ladera dejó de moverse, menos aún volvió hacia arriba, ni la vieja presa dejó de hacer de contrafuerte. Tampoco se cumplió la promesa de que «la nueva presa era la solución definitiva para detener los movimientos» (Xavier de Pedro, expresidente de la CHE, 2013).
Si tan importante es la seguridad de las personas aguas abajo, ¿cuántos simulacros se han hecho y cuánto presupuesto se ha aprobado en la necesaria, obligatoria y vital pedagogía que requiere el vivir bajo semejante bomba de relojería? Porque sí que vemos presupuestos millonarios cada cierto tiempo para asegurar unas laderas móviles que «tienen estabilidad suficiente» (Amparo López, Consejera de Interior del GN, 2022) o que están «absolutamente paralizadas» (Luis Zarraluqui, Consejero del GN en 2014).
Que la seguridad no es ni de lejos lo más importante lo demuestran los hechos, no las declaraciones políticas sobre los no-hechos.
El Plan de Evacuación de Sangüesa (PES)
Desde que se creara el Plan de Evacuación de Sangüesa en 2022, el grupo de trabajo del PES no se ha vuelto a reunir. Tampoco se ha seguido implementando la Hoja de Ruta que el propio Ayuntamiento encargó, fue revisada por el Gobierno de Navarra y marcaba el itinerario a seguir «para hacer de Sangüesa una ciudad resiliente». De momento, no se conoce fecha ni contenido sobre las futuras acciones a desarrollar por parte de las autoridades, aunque sí es verdad que tras la DANA de Valencia hubo unas tímidas apariciones con promesas de ponerse las pilas. Sin embargo, como comenta la parlamentaria Laura Aznal, «continúa el despilfarro» de millones de euros de todas y todos hacia las grandes empresas del hormigón y la energía.
Tampoco ha habido dinero ni para un solo simulacro en 24 años de sobresaltos. No se ha aprobado un plan de formación de técnicos locales ni a la población. Ni se han distribuido folletos informativos más allá de la información que se suministró cuando el PES se presentó en 2023. No se han organizado más charlas con los vecinos. Ni se ha instalado la señalética en las calles por las que habría que evacuar en los escasos 20 minutos que la población tendría para salvarse. Y tampoco se ha hablado de hacer simulacros. Y, aunque se instaló un sistema de megafonía y avisos para la evacuación como parte de la Hoja de Ruta, todavía no queda claro por qué hace un año sonaron, por error, villancicos haciendo que los vecinos no supieran si celebrar la Navidad o evacuar. Este episodio demuestra, más allá de lo anecdótico, que ni la población ni los responsables locales están hoy preparados.
Pero, quizás, lo más preocupante sea que, de acuerdo al actual PES, un sector de la población debería cruzar el río Aragón en caso de una evacuación urgente, con el riesgo de que les pille la avenida. Algo que, según los autores del estudio de evacuación creado en 2015 y sobre el que se apoya la Hoja de Ruta y el PES, hay que evitar a toda costa.
Si todo esto es poner la seguridad por delante, está claro que los responsables de nuestra seguridad física y económica piensan que la ciudadanía nos chupamos el dedo y demuestra, una vez más, que la seguridad nunca fue lo primero.
Por, Yesa+No; Río Aragón; Antonio Aretxabala (Doctor en Geología, experto en riesgos naturales), Pablo Álvarez (Doctor Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, redactor de la Hoja de Ruta hacia el Plan de Evacuación de Sangüesa) , y Cesar González (Doctor en mecánica de fluidos)