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CBD y estrés: cómo afrontar la vuelta de vacaciones y la llegada del otoño

El final del verano coincide con un momento de reajuste que muchas personas identifican como estresante.

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La vuelta al trabajo, la reorganización de horarios y el descenso de las horas de luz marcan un cambio que se refleja tanto en el estado de ánimo como en la energía diaria. Este escenario, sumado a la exigencia de retomar obligaciones, incrementa los niveles de ansiedad en una parte significativa de la población. En los últimos años, el cannabidiol (CBD) ha despertado interés en la comunidad científica y en la opinión pública como alternativa natural para atenuar este tipo de síntomas, con investigaciones que apuntan a su potencial para favorecer la regulación emocional y mejorar la respuesta al estrés.

El cuerpo reacciona al cambio de estación

El paso del verano al otoño no se limita a una transformación ambiental, sino que también produce efectos fisiológicos. La reducción de horas de luz afecta a la producción de melatonina y cortisol, hormonas vinculadas al sueño y al estrés. Como resultado, es habitual observar alteraciones en la calidad del descanso, sensación de fatiga y un aumento de la irritabilidad. Al mismo tiempo, la reincorporación a las rutinas laborales y académicas exige una rápida adaptación que puede intensificar la ansiedad. Este conjunto de factores hace que el inicio del otoño sea un periodo especialmente sensible para la estabilidad emocional. Es en este contexto donde el interés por el aceite CBD y otros productos derivados ha crecido, al ofrecer un mecanismo de acción vinculado al sistema endocannabinoide, responsable de regular procesos relacionados con el estado de ánimo y la respuesta al estrés.

 

Cómo actúa el CBD en el sistema nervioso

El CBD ejerce su influencia a través del sistema endocannabinoide, en particular mediante la inhibición de la enzima FAAH, lo que eleva los niveles de anandamida, un endocannabinoide asociado al equilibrio emocional. Este efecto bioquímico contribuye a una mayor sensación de calma. Además, estudios de neuroimagen han demostrado que el CBD reduce la activación de la amígdala, región cerebral relacionada con las respuestas de miedo y ansiedad, mientras incrementa la actividad en la corteza prefrontal, zona vinculada al control cognitivo de las emociones. Estos hallazgos sugieren que el cannabidiol que se encuentra en productos como las flores CBD actúa modulando circuitos neuronales clave en la gestión de la ansiedad, lo que explica el creciente interés científico y clínico en su uso.

La literatura científica aporta resultados relevantes sobre la eficacia del CBD en el ámbito de la ansiedad. Un estudio de 2011 mostró que una dosis de 600 miligramos administrada de forma oral redujo la ansiedad en personas con trastorno de ansiedad social durante una simulación de hablar en público, con resultados observables tanto en el comportamiento como en la actividad cerebral. Investigaciones posteriores han explorado su aplicación en casos de estrés postraumático, ansiedad generalizada o insomnio vinculado a estados de nerviosismo, con evidencias positivas aunque todavía preliminares. Revisiones sistemáticas, como la de Blessing et al. (2015), señalan que el CBD presenta un perfil ansiolítico en distintos trastornos, si bien destacan la necesidad de estudios más amplios y prolongados para consolidar los resultados y definir protocolos estandarizados de uso.

Dosis y formas de consumo más habituales

En la práctica clínica y en los ensayos, las dosis de CBD empleadas han variado en función del objetivo y el perfil de los participantes. Mientras que en estudios controlados se han utilizado cantidades de entre 300 y 600 miligramos para evaluar efectos inmediatos, en contextos de uso cotidiano se emplean dosis menores, habitualmente en torno a 25 a 50 miligramos diarios, ajustables en función de la tolerancia individual. Los aceites administrados por vía oral constituyen la forma más común, debido a su facilidad de uso y a la estabilidad en la absorción. No obstante, también se han estudiado cápsulas, infusiones y vaporizadores, cada uno con características farmacocinéticas distintas. En cualquier caso, la recomendación de expertos es iniciar con dosis bajas y realizar un seguimiento progresivo, siempre con supervisión profesional cuando existan tratamientos médicos en paralelo.

Estrategias complementarias para reducir el estrés

El CBD no se plantea como una solución aislada, sino como parte de una estrategia más amplia de cuidado de la salud mental en la transición al otoño. Mantener horarios de sueño estables, practicar actividad física regular y favorecer la exposición a la luz natural son medidas respaldadas por la evidencia científica para mejorar el estado de ánimo en esta estación. Técnicas de relajación como la meditación o la respiración guiada contribuyen a reducir la tensión acumulada durante la jornada. En combinación con estas prácticas, el cannabidiol puede ofrecer un apoyo adicional, facilitando la adaptación a los cambios estacionales y disminuyendo la carga de ansiedad que caracteriza a este periodo del año.

Seguridad y precauciones en el uso del CBD

La investigación coincide en señalar que el CBD presenta un perfil de seguridad favorable, con efectos secundarios leves y generalmente transitorios, como sequedad de boca, somnolencia, fatiga o alteraciones en el apetito. Sin embargo, se ha documentado que el cannabidiol puede interactuar con medicamentos metabolizados por las enzimas del citocromo P450, lo que obliga a extremar la precaución en pacientes polimedicados. De ahí que resulte fundamental la consulta previa con un profesional sanitario antes de iniciar su consumo. Adoptar estas medidas garantiza un uso responsable y reduce la probabilidad de complicaciones. Con el respaldo de la ciencia y una aplicación prudente, el CBD se perfila como un recurso complementario de interés para mitigar el estrés asociado a la vuelta de vacaciones y al inicio del otoño.

 

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