Un total de 43 científicos de cinco continentes, entre ellos figuras reconocidas en toxicología, biología, salud pública y medioambiente, han lanzado un llamamiento mundial para reformar de raíz la evaluación de sustancias químicas. El pronunciamiento, publicado en la revista científica Environmental Sciences Europe —con un factor de impacto de 6,6—, alerta de que los actuales modelos regulatorios han quedado obsoletos y resultan incapaces de proteger adecuadamente a la ciudadanía y a los ecosistemas.
Coordinado por el profesor Gilles-Éric Séralini, el artículo «Scientists’ Warning: We Must Change Paradigm for a Revolution in Toxicology and World Food Supply» plantea que la toxicología regulatoria opera bajo un paradigma «insuficiente», marcado por la falta de transparencia, la dependencia de datos parciales y la validación de pruebas que no reflejan la exposición real a los productos químicos presentes en alimentos y entorno.
Pruebas sesgadas y una «falsificación regulatoria global»
Según los autores, la mayoría de estudios toxicológicos en los que se basan las autorizaciones de pesticidas y plastificantes se sustentan en información incompleta e incluso manipulada. Subrayan que las formulaciones comerciales —mezclas complejas usadas en agricultura o en la industria del plástico— no se someten a estudios de largo plazo en mamíferos, pese a que la ley lo exige.
Estas formulaciones, advierten, pueden resultar hasta mil veces más tóxicas que los principios activos aislados que sí analiza la industria.
«Las agencias reguladoras validan evaluaciones incompletas y esconden los datos bajo el paraguas del secreto industrial. Es una falsificación regulatoria global que pone en riesgo la salud pública y el medioambiente», denuncia Séralini.
Derivados del petróleo y metales pesados: una amenaza oculta
El artículo revela que todos los pesticidas analizados contienen residuos petrolíferos y metales pesados no declarados, elementos que multiplican exponencialmente la toxicidad de los productos y que, según los expertos, están contribuyendo al incremento de enfermedades neurológicas, hormonales, inmunológicas y cancerígenas.
Esta contaminación, silenciosa pero extendida, afecta a toda la cadena trófica, desde los suelos agrícolas hasta los océanos.
«Nos enfrentamos a una epidemia silenciosa de contaminación química», alerta la agroecóloga Angelika Hilbeck. «Las enfermedades crónicas se disparan, la biodiversidad colapsa y la confianza en la ciencia se erosiona por décadas de conflictos de interés».
Un modelo económico que «subvenciona la contaminación»
Los científicos amplían su diagnóstico al ámbito socioeconómico. Señalan que el modelo agroindustrial impulsado desde la llamada Revolución Verde ha generado una dependencia estructural de los insumos químicos, en detrimento de la soberanía alimentaria y la salud pública.
«El sistema actual subvenciona la destrucción de la vida», afirma la socióloga ambiental Louise Vandelac. «Los presupuestos públicos favorecen a los grandes grupos químicos mientras la agricultura local, sana y resiliente, queda relegada».
Un plan de acción para un cambio de paradigma
Ante esta situación, los autores plantean tres medidas urgentes:
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Reducir al menos cien veces los umbrales reglamentarios de toxicidad para las sustancias ya autorizadas.
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Evaluar las formulaciones completas de pesticidas y plastificantes, con estudios a bajas dosis y de largo plazo.
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Hacer públicas todas las bases de datos y protocolos toxicológicos, para devolver la transparencia a la ciencia regulatoria.
«No existe justificación ética ni científica para mantener estos datos en secreto», subraya Michael Antoniou, del King’s College de Londres. «La ciencia debe volver a ser un bien público».
Agroecología como alternativa viable y necesaria
Los investigadores destacan que la agroecología constituye una vía probada para garantizar la alimentación global reduciendo simultáneamente el impacto ambiental y protegiendo la salud humana. Los productos de agricultura ecológica muestran menores concentraciones de derivados del petróleo y metales pesados, al tiempo que favorecen la regeneración de los suelos y la biodiversidad.
«El mundo está muriendo por esta toxicidad», concluye Séralini. «Todos llevamos pesticidas en nuestros cuerpos. El futuro de nuestra alimentación depende de reconciliar ciencia, ética y salud. La agroecología es un camino de esperanza, basado en el conocimiento y el respeto por la vida».
Acceso directo al Artículo Publicado en Environmental Sciences Europe
Título original: Scientists’ Warning: We Must Change Paradigm for a Revolution in Toxicology and World Food Supply


