El próximo 15 de agosto se celebrará en Alaska una cumbre histórica entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de Rusia, Vladimir Putin, centrada en discutir un posible acuerdo de paz para finalizar la guerra en Ucrania. Esta será la primera reunión cara a cara entre ambos líderes desde 2019 y la primera vez en una década que Putin visita territorio estadounidense. La elección de Alaska no es casual: es un territorio que perteneció a Rusia hasta su venta a Estados Unidos en 1867 y se encuentra muy cerca del extremo ruso, lo que ha sido calificado como "lógico" por un portavoz del Kremlin, Yuri Ushakov. Para el gobernador de Alaska, Mike Dunleavy, la elección del estado es estratégica, dado su papel en la defensa, seguridad y liderazgo en el Ártico, región de interés para ambas naciones.
Trump ha expuesto que el objetivo principal de la reunión es conseguir un alto el fuego en el conflicto de Ucrania, señalando que podría implicar "un intercambio de territorios" para beneficio de ambas partes, aunque sin detallar qué áreas estarían implicadas. Según informes vinculados a la Casa Blanca, se estaría considerando el reconocimiento ruso de su control sobre la península de Crimea y la región de Donbás, mientras Ucrania tendría que ceder territorios en zonas como Jersón y Zaporiyia que actualmente están parcialmente ocupadas por fuerzas rusas. Estas propuestas han generado preocupación sobre posibles concesiones territoriales significativas desde el lado ucraniano y sus aliados europeos.
La reacción del presidente ucraniano Volodímir Zelenski ha sido tajante. Ha afirmado que Ucrania "no donará ni un centímetro de su tierra al ocupante" y ha advertido que cualquier acuerdo de paz que excluya a Ucrania será una "decisión muerta", condenada al fracaso. Zelenski ha subrayado que la integridad territorial de Ucrania está consagrada en la Constitución y que la voz de su país debe estar presente en cualquier negociación para lograr una paz "digna y duradera". Además, ha enfatizado que Kyiv está dispuesto a colaborar con Trump y otros socios para alcanzar una solución real, pero sin ceder frente a las demandas de Rusia.
Este encuentro se produce en un momento de gran tensión geopolítica y con pocas certezas sobre el futuro del conflicto en Ucrania, que ya se prolonga desde la invasión rusa en febrero de 2022 y ha causado miles de muertes. La cumbre en Alaska simboliza una posible puerta para el diálogo directo entre ambas potencias, aunque también suscita inquietud por el riesgo de marginalizar a Ucrania en las decisiones que afectan su territorio y soberanía. El Kremlin, por su parte, ha mostrado una postura positiva hacia la reunión, considerando que Estados Unidos y Rusia tienen intereses económicos coincidentes en el Ártico y esperando que este encuentro sea seguido por otro en suelo ruso.
En definitiva, esta cumbre en Alaska entre Trump y Putin será observada muy de cerca en Estados Unidos, Rusia, Ucrania y el resto del mundo, dado su potencial impacto en la diplomacia global y la resolución de uno de los conflictos más graves de las últimas décadas. La posición firme de Zelenski marca un desafío para cualquier posible acuerdo que implique cesiones territoriales, apuntando a que la inclusión y el respeto a la soberanía ucraniana serán claves para una solución viable.