Emoción, gratitud y un inevitable nudo en la garganta. Así se ha despedido este lunes Patxi Olabarrieta Bueno, en su último día en la Comparsa de Gigantes y Cabezudos de Pamplona tras cinco décadas ininterrumpidas de dedicación, pasión y compromiso.
«Tengo muchas ganas de acabar. Uno sabe cuándo ha llegado su momento, se ha cumplido un ciclo», confesaba, visiblemente emocionado, momentos después de bajar del último baile. Pero acto seguido, llegaba la contradicción: «También siento una pena enorme. El año que viene no sé qué voy a hacer».
Tras medio siglo vinculado a uno de los símbolos más queridos de las fiestas de San Fermín, Patxi no oculta que la Comparsa ha sido mucho más que una afición: ha sido su casa, su gente, su vida. «Iré al baile de la alpargata, al 'apartado' y poco más», decía entre bromas, aludiendo con cariño a ese rincón donde los veteranos observan ya desde fuera el desfile.
«Mi hijo está en la Comparsa. Esto sigue»
Entre los recuerdos más especiales, Patxi menciona con orgullo la continuidad familiar: «Mi hijo está en la Comparsa, lleva el mismo ‘cliké’ que yo durante 10 años», comentaba, usando la jerga interna para referirse a la pareja de gigante y porteador. El suyo es el Rey Asiático, Sidi Abd El Mojame. Y será precisamente un compañero de gigante quien le sustituya como jefe de día, cogiendo el testigo de la labor que él venía realizando hasta hoy.
«¿Qué tienen los gigantes?», se preguntaba al final, con una sonrisa. «Es que te enganchan. No es solo el baile, es la emoción de los niños, el cariño de la gente, el ambiente de hermandad... Es algo que no se puede explicar. Se siente o no se siente».
Este lunes, 14 de julio no ha sido un Pobre de mí más, en medio de la música y los aplausos, Patxi Olabarrieta ha dado su último baile, pero su historia, como la de tantos comparseros que han hecho grande esta tradición, ya forma parte del alma de los Sanfermines.
