A mediados de los años cincuenta, un suizo-estadounidense con una cámara al hombro decidió atravesar Estados Unidos en busca de un país que no acababa de existir del todo. Robert Frank regresó con un puñado de imágenes incómodas, llenas de silencio y cicatrices, que en 1958 se convertirían en The Americans. Jack Kerouac escribió el prólogo como si esas fotografías fuesen un viaje más por la carretera infinita. Frank no retrató un sueño, sino su desgarro: aquello que James Truslow Adams había definido como la promesa de una vida mejor para cualquiera, sin importar su origen, y que ya entonces empezaba a desvanecerse bajo el peso de la realidad.
Gatsby también lo había intuido: la idea del “sueño americano” no es una meta, sino una distancia. Una promesa que, cuanto más cerca parece, más se aleja. Hoy, en un tiempo que confunde espectáculo con verdad, el mitómano Donald Trump la resucita como si fuera un eslogan desenterrado de un anuncio amarillento. Ante los franquiciados de McDonald’s, asegura que no descansará hasta que cada familia sea “más rica, más fuerte, más feliz; hasta que hayan conseguido el sueño americano”. Añade, con una sonrisa de truco barato, que él mismo fue “el primer ex cocinero de patatas fritas de McDonald’s en llegar a presidente”. Una fábula, una máscara, un número más en el circo del engaño.
Hay algo de la puesta en escena de El lobo de Wall Street en la que Leonardo DiCaprio arenga a su ejército de corredores antes de lanzarles su reloj. Él, en lo alto de la tarima, promete que algún día —si trabajan, si se esfuerzan— podrán convertirse en él. Martin Scorsese coloca la cámara desde abajo, con un picado, para que la distancia entre el jefe y sus trabajadores sea tan evidente como inevitable. Esa decisión, la de colocar la cámara ahí y no en otro lado, revela la fractura real: dos mundos que nunca se tocan.
Con Trump sucede lo mismo. Su “yo también fui como vosotros” es una versión más burda y más peligrosa. Una bufonada, una mentira palpable. Y, en realidad, nunca serán como él. Y qué suerte.



